El advenimiento de la forma. Mutaciones, interacciones, emociones e imperfecciones
DOI:
https://doi.org/10.35494/topsem.2019.2.42.619Abstract
Desde su título, esta reflexión comienza por una mención indirecta
a la obra de Greimas (1990); me refiero a De la imperfección.
Esta sola mención basta para sugerir de qué manera la
forma puede pasar de la perfección a la imperfección: por la
mediación de la sensibilidad y de la estesia, que es el motivo
central de la obra de Greimas, y que se encuentra también en
el centro de la mayoría de los debates. Mediación que en ocasiones
es recusada y, en otras, reivindicada en la historia de las
concepciones de la forma, por lo menos en la tradición filosófica
europea. Pero la pregunta que trato de plantear, circunscribir y
desarrollar aquí, no se limita a la mediación sensible, sino que,
además, y sobre todo, involucra la orientación que ha seguido la
transformación de la semiótica. Constituida según los principios
del estructuralismo, la semiótica de Greimas empieza por una
concepción de la estructura que aunque no siempre se asemeja
a una “forma perfecta”, sí se asimila, en todo caso y tanto como
sea posible, a una “buena forma”, para prolongarse y terminar
(en el recorrido de Greimas) por la búsqueda de la imperfección.
Si asumimos que los topoï argumentativos deberían orientar
a la vez nuestras interpretaciones y nuestras conductas, es
evidente que, en este caso, el topos según el cual más valdría
ser perfecto que imperfecto no se cumple. Nos esforzaremos,
pues, en comprender cómo y por qué, cuando creemos poseer
la significación de una forma perfecta, podemos ser inducidos
a emprender una búsqueda de la imperfección. No se trata,
entonces, de reconstituir el camino historiográfico de la semiótica
estructural, menos el del propio Algirdas Julien Greimas,
sino de comprender por qué la forma debe ser imperfecta para
producir efectos de sentido que inciten a una construcción de la
significación.
Es cierto, como lo recuerdan los editores de este volumen
de Tópicos del Seminario, que la noción de forma ha sufrido
muchos avatares y que si se la llega a mencionar en los trabajos
semióticos, no es suficiente para identificar su significación. En
la época del estructuralismo se tendía a la hipóstasis: la forma
y el sistema se confundían, y siendo que se consideraba al sistema
como, en cierto modo, una invariante inmutable, a pesar
de las advertencias de Saussure (2004) y de Hjelmslev, quienes,
cada uno a su manera, habían insistido en el cambio sistémico,
la forma también era considerada como inmutable. Según se
verá, la noción de forma ha evolucionado en gran medida, en
particular porque la atención se ha desviado progresivamente
del resultado (el “sistema”) hacia el proceso de apercepción
y de análisis que conduce a la forma. Ésta es la orientación
de la reflexión que presentaremos: desplazar la “forma”, de la
epistemología hacia la metodología; la forma es indisociable
del procedimiento de análisis y de las condiciones de su aprehensión,
y de ahí deriva directamente su modo de existencia
epistemológico.
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