Del papel de las instancias
DOI:
https://doi.org/10.35494/topsem.2004.1.11.308Resumen
El examen de la historia de la semiótica francesa nos conduce a considerar el cambio de paradigma sucedido en los años setenta como determinante. Dominados por un estructuralismo formal, los estudios sobre el “sentido” no tomaban hasta entonces mucho en cuenta el universo sensible y sólo suponían como pertinentes el universo conceptual así como el principio de inmanencia. Asimismo, la lección retenida y después desarrollada por la lingüística de la enunciación (Benveniste), por la fenomenología (Merleau-Ponty) y por el psicoanálisis (Freud, y después Lacan) es que si queremos acceder al “sentido”, hay que tomar en cuenta “la fuerza de las cosas”, el principio de realidad (M. Arrivé). Contrariamente a la semiótica estándar de los años sesenta, la semiótica de las instancias se esfuerza por integrar en su reflexión al ser. El metalenguaje, indisociable de todo análisis, no debe ocultar este hecho inicial, al saber que el lenguaje en sí es indisociable del ser y, por ende, del cuerpo. Benveniste, Merleau-Ponty y Freud están de acuerdo sobre este punto. La instancia enunciante (así es la doble pregunta: ¿quién habla? ¿desde dónde habla?) depende en primer lugar de la experiencia del cuerpo. “El cuerpo es lo que mide al mundo”, decía Merleau-Ponty. El artículo se apoya en tres textos de Freud (1891, 1905, 1919). Hacen aparecer la emergencia de instancias productoras de “sentido”, sometidas o no a la “fuerza” (poder) de un tercer actante inmanente o transcendente: el no-sujeto, el quasi sujeto y el sujeto. Es a partir del juego de estas instancias fundamentales que la semiótica de las instancias se constituye.
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