La década de 1990 es un punto de referencia para señalar el inicio de los estudios sobre oralidad en el ámbito de la Universidad Nacional de Jujuy. Dichas tareas tuvieron como motor principal la reunión de distintos actores académicos en un espacio común que se consolidó con la creación de la carrera de Profesorado y Licenciatura en Letras en 1992. Hubo también un afán religador1 propiciado entre investigadores de distintas universidades del país y de Latinoamérica. Desde ese momento se fue tejiendo un entramado intelectual y afectivo en torno a este “huidizo” objeto de estudio: la oralidad. El presente artículo tiene tres objetivos centrales: en primer lugar, construir una panorámica de las contribuciones a los estudios de oralidad en y desde la provincia de Jujuy sobre un eje temporal que visualiza aspectos teóricos y metodológicos de las investigaciones realizadas; en segundo lugar, el artículo se propone comentar las principales líneas de trabajo en esta materia. Finalmente, dará cuenta del notable aporte realizado por Raúl Dorra como agente religador, a partir de los distintos encuentros realizados en la provincia de Jujuy. Como conclusión, se indicará la importancia del diálogo epistémico como instrumento central para la constitución y fortalecimiento de los grupos académicos en torno a las indagaciones sobre la oralidad. En este sentido, se destacan los aportes realizados por Raúl Dorra y las investigadoras jujeñas Herminia Terrón de Bellomo, María Eduarda Mirande y Elena Bossi de la Universidad Nacional de Jujuy, quienes posibilitan la apertura de un campo especulativo sustancial cuya vigencia se reconoce en los estudios que continúan realizándose.
Son dos los motivos que impulsan a la indagación sobre este tema. El primero, la certeza de que en estos treinta años se ha publicado en Jujuy un número importante de libros y artículos científicos que pueden organizarse con gran coherencia para el estudio de la oralidad. El otro motivo busca visibilizar la tarea de las y los investigadores jujeños, entre los que se cuenta a Raúl Dorra por su nacimiento, pero sobre todo por esa voluntad de crear vínculos a partir de los distintos encuentros realizados en la provincia.
El artículo tendrá dos momentos centrales: la trama ajustada y la trama abierta. Estas imágenes provienen de un cuento popular y convocan un relato que tiene como protagonista al quirquincho, actor principal de numerosas historias orales en la región andina. Entre sus atributos está la paciencia y entre sus habilidades, la de ser buen tejedor. Según el cuento narrado en 1997 por el tilcareño Lobo Lozano, el quirquincho comenzó a tejer un poncho para el Carnaval. Lo hacía a conciencia y sin distracción hasta que aparece en escena el pícaro zorro, siempre hambriento y dice así:
El quirquincho seguía tejiendo con paciencia, parejito. Cuando el zorro volvió a verlo, se dio cuenta que se iba a romper los dientes con la trama tan ajustada del poncho del quirquincho. Entonces le dijo:
—Eh quirquincho, mañana viene el carnaval y no has terminado el poncho. Y, reaccionando desesperado, siguió tejiendo con la trama un poco más abierta cada vez (…) (Terrón de Bellomo, 2007b, p. 83).
Sigue el cuento con explicaciones de naturaleza etiológica que indican las razones por las cuales el caparazón del quirquincho posee determinada figura. En este caso, el relato nos proporciona las imágenes de las tramas ajustadas y las tramas abiertas para pensar el estado de los estudios sobre oralidad. Haciendo honor a la labor paciente del quirquincho, imagen emblemática del trabajo artesanal en el contexto andino, la trama ajustada apuntará a las tareas sostenidas en el tiempo, base y sustento de los estudios posteriores, a los que nos encaminaremos al aludir a la trama abierta. La condición de apertura a la que nos referimos es señal de que la apuesta teórica y crítica está sujeta a renovaciones y revisiones permanentes.
Hacia mediados de la década de 1980, en Jujuy, la investigación sobre prácticas discursivas orales no había sido abordada en los estudios académicos por no haberse reconocido su valor como representativas de la cultura viviente (Cfr. Terrón de Bellomo, 2001). Hablar de leyendas o cuentos orales era involucrarse con ciertos espacios socio-culturales que poseían grados de estigmatización. No sería del todo errado pensar que esta condición marginal estuvo íntimamente vinculada con el “fetichismo de la escritura” (Lienhard, 1992, p. 28) y el sometimiento cultural de los pueblos americanos desde la llegada del español a América.
Hoy, en pleno tránsito del siglo XXI, estos estigmas perduran aunque en ocasiones son canalizados por políticas culturales que reconocen los derechos y el patrimonio inmaterial de los pueblos. Estos cambios se evidencian a través de los movimientos de recuperación de las memorias y la visibilidad de los llamados sujetos subalternos; cambios ligados a razones económicas, políticas y culturales hacen visible la potencia de los saberes, sentires y prácticas que involucran expresiones de la oralidad. Por supuesto, contribuyen a valorizar las manifestaciones orales, los estudios sobre memoria, voz y performance, así como la toma de posición sobre la heterogeneidad de las culturas y sus dimensiones fronterizas.
También fue fundamental que la Universidad Nacional de Jujuy creara la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales y que grupos de investigadores de distintas disciplinas hayan sostenido fuertemente la orientación hacia el estudio de las manifestaciones populares, masivas, folklóricas, subalternas, marginales, no canónicas que entrecruzan nuestra realidad cotidiana.
Una figura insoslayable para las investigaciones literarias fue Andrés Fidalgo, quien en 1975 publica el Panorama de la literatura jujeña. Fidalgo fue uno de los primeros en mirar con afán crítico el estudio de la “literatura anónima”. Tuvo especial cuidado en reconocer la importancia de las producciones orales en verso, sobre todo de la copla,2 como una forma principal de expresión y transmisión. Dedica el primer capítulo de este libro imprescindible a justificar la importancia de la vertiente oral. Entre sus conceptos reconoce que “la poesía popular y anónima cubre la manifestación literaria en Jujuy, durante más de 300 años” (Fidalgo, 1975, p. 12). El Panorama de Fidalgo menciona investigaciones precedentes, entre ellas el Cancionero Popular de Jujuy de Juan Alfonso Carrizo (2009). En sus referencias al Cancionero de Carrizo advierte la influencia de lenguas indígenas, en tanto las expresiones poéticas recopiladas no sólo se dicen en castellano, sino que registran “oraciones en quichua” (Fidalgo, 1975, p. 12). Por otra parte, se detiene en delimitar los géneros en verso, especialmente las características, variedades y orígenes de la copla.
A pesar de que observa que las expresiones narrativas resultan menos importantes que las de la poesía oral (Fidalgo, 1975, p. 29), inicia un ordenamiento de personajes míticos incluidos en relatos difundidos en la provincia. Esta tarea lo ubica en la línea de los precursores, ya que es el primero en clasificar a los actores mágicos de la narrativa oral en Jujuy. Este registro será renovado por Elena Bossi en 1994, con la publicación de Seres mágicos.
También, cabe hacer mención a Néstor Groppa que retoma en cierto punto las observaciones de Fidalgo. Los comentarios de Groppa enlazan las tradiciones poéticas folklóricas y la influencia de la poesía indígena, íntimamente ligada al contacto cultural con Bolivia, la fuerza migrante y la condición fronteriza de la provincia. Por otra parte, destaca que existe un folklore de origen urbano del que “poco se habla” (Groppa, 1987, p. 32) reconociendo el mínimo tratamiento que se había realizado hasta el momento de las expresiones orales que circulan en las zonas urbanas.
Ese mismo año, Herminia Terrón de Bellomo publica Palabra viviente. Estudio de cuentos folklóricos del NOA (1987) libro que contiene el primer corpus de relatos orales de Jujuy. Cabe destacar que Terrón de Bellomo desarrolla tareas académicas con Andrés Fidalgo en la cátedra de Literatura del NOA y que la publicación de Palabra viviente se hace a través del sello editorial dirigido por Néstor Groppa. Según señala Terrón de Bellomo, hasta fines de los años 80, en Jujuy se habían realizado pocas investigaciones sobre oralidad, salvo los trabajos de antropólogos o etnólogos de otras provincias argentinas que habían incursionado en este campo y en la región andina, relevando “un número reducido de relatos y, por lo tanto, no habían conformado un corpus” (Terrón de Bellomo, 2007b, p. 8). Sin embargo, cabe mencionar que existen recopilaciones anteriores a 1980, de consulta permanente para los estudios de oralidad, como la realizada por Berta Vidal de Battini, investigadora nacida en la provincia de San Luis.
El corpus recogido por la puntana Berta Vidal de Battini es extenso. Su obra más consultada es Cuentos y leyendas de la Argentina que posee un total de 10 tomos.3 Allí se encuentran registrados cuentos y leyendas de Jujuy y de todo el país, recopilados antes de la década de 1960. En el caso del registro de poesía oral, cabe señalar el Cancionero del investigador catamarqueño Juan Alfonso Carrizo, impreso por primera vez en Tucumán en 1935 y publicado bajo el sello de la Universidad Nacional de Jujuy en 1989, con dirección de Néstor Groppa a cargo de la editorial universitaria.4 Estas compilaciones son fuente de estudio y consulta para las y los investigadores jujeños. Abrevan en estos corpus: Herminia Terrón de Bellomo (1987 y 1995), María Luisa Rubinelli (2016), Elena Bossi (1994) y 2003),5 Florencia Angulo (2008), María Eduarda Mirande (2019). Todas ellas también realizaron tareas de recopilación junto a sus equipos de investigación.
Entre los aportes a los estudios orales que realizó Herminia Terrón de Bellomo se reconoce la preocupación por describir una metodología del trabajo de campo y conformación del corpus de relatos orales, para ello se puede consultar el libro El saber de los relatos6 (2007a). Otro libro, de imprescindible consulta es el de María Luisa Rubinelli, Los relatos populares andinos (2011). Las articulaciones que realizan ambas investigadoras hacen posible que en la actualidad haya una orientación sobre el modo de recopilación oral, fundamental para quienes se interesan por la realización del trabajo de campo.
La oralidad como sistema global de comunicación (Lienhard, 1994, p. 372) demanda distintos niveles o instancias de abordaje. Una primera acción es la que refiere al trabajo de campo que realizan las y los investigadores. Es en esta etapa donde adquieren mayor sentido los textos orales, en sus manifestaciones concretas, integradas por elementos verbales y no verbales. El contexto de producción de la performance oral suele ser importante para generar el sentido que luego se traducirá en los diversos montajes interpretativos (Granados, 2012, p. 308) en los que la escritura adquirirá centralidad.
Cabe señalar que muchos aspectos vivenciales del trabajo de campo colaboran en la sistematización y organización del material oral. Así, el momento de la planificación —previa al registro de los relatos— es una etapa reflexiva, debido a las circunstancias y condiciones de producción. Por lo tanto, es importante relevar las situaciones en que ocurren, en referencia al contexto comunitario (Cfr. Rubinelli, 2011). Las investigaciones que siguen coordenadas histórico-culturales consideran central este enfoque para el análisis. Se priorizan las interrelaciones de los mensajes verbales y no verbales en su contexto y en su entramado intertextual. De modo que será determinante la situación de registro o conciencia de la situación comunicativa; las características de los informantes según su edad, sexo, lugar de residencia y finalmente la motivación o incitación al relato por parte del investigador.
El trabajo de campo realizado por investigadores en forma individual o con sus equipos se sostiene sobre un adecuado conocimiento del medio, de la lengua, de las tradiciones, como también de la elección de los informantes según sus lugares de origen o de circulación (Terrón de Bellomo, 2007a, pp. 81-110). Un aspecto importante que incide en la planeación es la dinámica fronteriza de la región del Noroeste argentino. La condición migrante de buena parte de la población y, por ende, de las prácticas orales, hace que la variable geográfica sea un componente sustancial para el análisis. La experiencia demuestra que los narradores circulan tanto en espacios urbanos como rurales, confirmando que los portadores de historias dejaron de ser, desde hace mucho tiempo, los pobladores de comunidades de parajes aislados.
El reconocimiento de un espacio dinámico de circulación de las producciones orales implica revisar el concepto de región cultural. En un primer momento, siguiendo a Ángel Rama (1985), las investigaciones ubican a la provincia de Jujuy dentro del área cultural andina, con una subdivisión en Puna, Quebrada y Yungas. Esta diferenciación se basa en criterios geográficos, de composición étnica, de producción económicamente dominante y su sistema social derivado. En un segundo momento, a las coordenadas geográficas-culturales que se presentan como una primera forma de aproximación se suman las relacionadas al continuo transitar entre zonas rurales y urbanas (Terrón de Bellomo, 2007a, p. 86). Esta observación es un avance en los estudios, en tanto, muestra cómo las divisiones exceden los límites establecidos por la mera geografía. Terrón de Bellomo advierte que lo rural no es uniforme ni estático en tanto que se observa una movilidad física de la población hacia las ciudades. Así se pone en funcionamiento una categoría —acuñada por Antonio Cornejo Polar— la de sujeto y discurso migrante, como resolución no armónica de las coordenadas enunciativas yo-aquí-ahora. A partir de esta categoría, otros críticos latinoamericanos aportarán otras conceptualizaciones más precisas como las de sujeto y discurso trasandino (Noriega Bernuy, 2012) y la de archipiélagos culturales transandinos (Zevallos Aguilar, 2015). La naturaleza dinámica y heterogénea de las expresiones orales se presenta como co-existencia de imaginarios sociales y de prácticas comunicativas diversas, cuya vitalidad se manifiesta a través de la transmisión de concepciones vigentes y que varían según los distintos grupos que las producen, otorgando centralidad a la “palabra viviente”. Terrón de Bellomo adhiere a esta postura cuando traslada las categorías que Rolena Adorno (1988) acuña para pensar los discursos de la colonia, a las producciones narrativas orales.
En un artículo de 2001, Terrón de Bellomo señala que “las prácticas discursivas orales son sincrónicas, dialógicas, relacionales e interactivas” (2001, p. 96). Esto es: se ofrecen en un aquí y en un ahora, que permite la captación de diferentes puntos de vista y voces. Este énfasis en lo dialógico permite, a su vez, reconocer que el análisis no sólo debe focalizase sobre lo occidental, europeo, letrado, sino que el dialogismo impulsa el contacto con otras identidades (de raza o de género) que no reproducen la ideología dominante. Por lo tanto, se plantean como discursos que interactúan, se contestan, se complementan, se completan, produciendo relaciones interdiscursivas. Se comprueba así que las manifestaciones orales ingresan en la categoría de programas mnemónicos compactos (Lotman, 1985) en cuanto tienen capacidad de reconstituir y reestablecer información cultural aún en su incompletud. Sucede en el caso de los “informantes” que expresan fragmentos de una historia en vez de la historia completa, con lo cual se ratifica la hipótesis de la circulación de los relatos y su carácter cultural.
Estos indicadores inciden al momento de la organización de un corpus. Si bien, dicho constructo está guiado por los objetivos de la investigación, también —podríamos aventurar— implica observar los temas que una sociedad, en un momento dado de su desarrollo, reconoce como importantes.
Las investigadoras expresan en todos los casos la complejidad de esta tarea, en tanto que la selección o clasificación de los relatos pone en riesgo la confección de estereotipos vacíos. Por esta razón, Rubinelli (2011) advierte sobre los peligros de realizar una taxonomía de expresiones de la narrativa oral popular, ante la inmensa variedad de sus expresiones, la riqueza de sus detalles y la flexibilidad con que se diferencian las narraciones. Se tiende a la toma de conciencia sobre la actitud que debe adoptar el investigador, consciente de que la clasificación posee un fin organizativo y que dicha taxonomía se torna precaria frente a las creaciones que no pueden ser encasilladas según criterios rígidos.
A mediados de la década de 1990,7 investigadores de la literatura y de otras disciplinas se reúnen por primera vez en la Universidad Nacional de Jujuy, en un curso dictado por Raúl Dorra cuya labor académica se desarrollaba en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, en México. Es importante reconocer la gestión e impulso de Elena Bossi, mediadora y cordial anfitriona de los viajes que Dorra y Ruiz Moreno realizan a Jujuy; sin dudas, Bossi es una propiciadora incansable de distintas asociaciones intelectuales.
El tema de la reunión fue La poesía de tradición oral y se desarrolló en agosto de 1995. Dicho encuentro suscitó un renovado interés por la discusión semiótica que permitiera abordar la oralidad como objeto de reflexión “tan esquivo y de estudio tan insatisfactorio” (Dorra, 2008, p. 89). Fue el primero de varios cursos desarrollados en el ámbito de la Universidad Nacional de Jujuy, propiciando la vinculación entre las y los investigadores con otras universidades. Al año siguiente se amplió la red de estudios hacia la provincia de Salta. Luisa Ruiz Moreno y Raúl Dorra dictaron el seminario Introducción a la semiótica con el auspicio de la Universidad Católica de Salta, cuya organización estuvo a cargo de Susana Martorell de Laconi; luego, en Jujuy, Dorra impartió el curso Elementos de análisis literario. En 1997, en un nuevo viaje a la provincia, se preparó el curso titulado Retórica y Poética, mientras que en 1998 se propuso el encuentro sobre la temática Teoría y análisis del discurso literario. Un año después, la convocatoria reúne a docentes e investigadores en torno al tópico: Cuerpo percibiente y cuerpo percibido. Como resultado de estos encuentros reflexivos, en el año 2000 se publica el libro Monstruos8 que cubre una diversidad de perspectivas con un hilo en común sobre las materialidades de una enunciación perceptible y sensible, trabajos que ponen en evidencia la importancia del cuerpo en el estudio de las significaciones.9Monstruos y otros libros subsiguientes demuestran la actuación fundamental de Elena Bossi como directora de proyectos de investigación, inscriptos en la Secretaría de ciencia, técnica y estudios regionales de la UNJU y su rol como agente vinculante entre universidades.
Aquí el componente dialogante constituye el aspecto central a partir del cual se consolida el grupo. Las reflexiones en torno al devenir de la voz como constitutiva del ser en su discurso no sólo se plantean como especulación teórica, sino que forman parte del modus pedagógico de Raúl Dorra. Se reconocen sus intenciones religadoras en su afán por reunir a sus interlocutores en un libro. La edición conjunta es una de las formas de establecer redes textuales y de canalizar gran parte de las enseñanzas de Dorra. Otro modo de afianzar este contacto fue la asidua colaboración de algunos participantes del grupo en la revista Tópicos del Seminario y, por supuesto, en las reuniones en la ciudad de San Salvador de Jujuy.10 Hallamos que la primera en publicar en la revista es la investigadora Guillermina Casasco (1999, pp. 105-120) mientras que en el número 5, fechado en 2001 se registra la primera colaboración de Elena Bossi.11
En el año 2000 un nuevo curso encuentra al grupo reunido en las aulas de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Jujuy, se trata de La estructura entre lo visible y lo audible. En 2001, se propone otra reunión bajo el tema Fronteras en el Martín Fierro y al año siguiente Semiótica de la legibilidad. Durante el año 2003 se realiza el curso habitual, bajo el título Las huellas del cuerpo en el texto y además se editan dos nuevos libros: Del horror a la piedad. Estudio de una leyenda12 y Eros.13
En la Presentación del libro titulado Del horror a la piedad, Raúl Dorra destaca que la reunión de los artículos aparecidos en el volumen anterior reveló “el entusiasmo por el trabajo colectivo y la alegría, sobre todo, de ver un resultado que lo era tanto del deseo de saber, como de la consolidación de una amistad que los años nos fueron regalando.” (Bossi y Ruiz Moreno, 2003, p. 12). Este comentario que para muchos podría pasar desapercibido en función del peso de la intelección en los temas que se abordan, es más bien el gesto que conjuga la razón con lo sensible, premisa central en las disquisiciones dorrianas. Pero, además, es una señal de consolidación de un grupo “de gente reflexiva” (Bossi y Ruiz Moreno, 2003, p. 11) que sigue ciertos principios de acción y de razonamiento, ciertas intuiciones y propósitos.
Este libro se propone mostrar distintos modos de constitución de un sujeto que se materializa en la voz, en comunión o en disputa con el Otro. Se trata de una serie de artículos que tienen como motivo central el relato oral de La Mulánima o Mujer herrada. Los artículos publicados indagan sobre el estudio de las variantes susceptibles a producir cambios sustanciales a nivel semiótico según la voz que los constituye (Ruiz Moreno, en Bossi y Ruiz Moreno, 2003, p. 86); y el modo en que el sujeto reverbera en esa voz y se trama en ella (Mirande, en Bossi y Ruiz Moreno 2003, p. 40). La edición, coordinada por Elena Bossi14 y Luisa Ruiz Moreno, también hace patente que los vínculos se extienden y fortalecen, lo que constituye una suerte de continuidad hacia el futuro.
Ciertamente, la postulación de que el mundo resulta una expansión del cuerpo y que el cuerpo se proyecta en los espacios donde el sujeto está (Dorra, 1997, pp. 28-29) resultan reflexiones necesarias dentro de las teorizaciones sobre la oralidad. Permite poner en juego todo un sistema interpretativo que colabora en los estudios de la performance y del discurso. En este punto, los aportes de María Eduarda Mirande sobre la constitución del sujeto involucrado en un proceso complejo de relaciones tramadas en torno a la percepción (percepción desde el cuerpo, desde los sentidos y los sentimientos) (Mirande, en Bossi y Ruiz Moreno, 2003, p. 55) permite pensar en un sujeto que dice en complementariedad con otros sujetos, con la cultura, con la historia no dicha de su comunidad.
Las y los investigadores que forman parte del “círculo dorriano” avanzan sobre distintos abordajes interpretativos en los que el cuerpo, el erotismo y la seducción van consolidando la presencia de un sujeto constituido en voz y mirada (Casasco, 2005, p. 42) que devuelve una respuesta a las disquisiciones dorrianas sobre las experiencias sensibles del sentido. Entre los numerosos aportes, nos referimos a la elaboración que realiza Mirande sobre el concepto de “voz expansiva”. Advierte que la voz “(…) es aliento y sonido pulsados en y ex-pulsados fuera del cuerpo para ser lanzados al encuentro del cuerpo del otro e inscribirse en su escucha” (Mirande, 2005, p. 107). Resuenan en estos postulados las reflexiones dorrianas desarrolladas agudamente en Fundamentos sensibles de la discursividad (1997).
A los sucesivos encuentros realizados en la ciudad de San Salvador de Jujuy asisten investigadores y docentes universitarios que promueven nuevas reflexiones semióticas. Es importante destacar que dentro del grupo permanente se encuentra el docente e investigador jujeño Álvaro Zambrano, quien junto a María Eduarda Mirande organizan varios de los encuentros anuales. Zambrano encara su tarea investigativa sobre el lenguaje poético desde los intersticios del propio pensamiento dorriano, permea una observación aguda sobre las relaciones entre oralidad y escritura, para situarse en el “entre”, donde uno y otro sistema se cruzan. Así, la palabra poética que se sustenta en la voz permite volver sobre la dimensión primaria del lenguaje, sobre su materia fónica (Cfr. Zambrano, 2021, p. 7) La materialidad de la voz, por otra parte, permite percibir a un sujeto presente en los pliegues de la palabra (Cfr. Zambrano, 2013), da cuenta también de un cuerpo, allí donde toma forma la voz, en el nido de la voz15 (Cfr. Dorra, 2005, p. 29)
La lectura semiótica se despliega aún más, toda vez que Zambrano piensa la escritura como partitura pues el lector es su intérprete (Cfr. Dorra, 2005, p. 46), imagen que conjuga la expresión oral y la escrita. La voz tiene tono y timbre (Cfr. Zambrano, 2021, p. 7), por lo tanto, es un hecho sonoro que se recupera y potencia necesariamente en la expresión poética y, como tal, posee una dimensión musical (Zambrano, 2021, p. 7).
Este entramado dialógico también convoca a Herminia Terrón de Bellomo, quien asiste a las reuniones y cursos dictados en este tiempo. En su estudio sobre el relato oral de “la dama de blanco”16 retoma conceptualizaciones centrales de la propuesta dorriana. Especialmente operativo es el concepto retórico de la inventio con relación a la memoria (Dorra, 2002, p. 10), toda vez que la memoria permite seleccionar lo que resultará conveniente para la organización del discurso. Esto es: una memoria del pueblo que se encuentra en estado latente y que puede circular en distintos momentos históricos y la memoria personal del narrador que alguna vez escuchó el relato, lo vivió o presenció (Terrón de Bellomo, 2014, p. 66).
También serán relevantes las reflexiones sobre la extensión del cuerpo sobre el mundo. En este caso, Terrón de Bellomo explica el modo en el que la dama de blanco busca incesantemente “ser escuchada”, aun cuando no posee voz (2014, p. 161). La carencia se suple con el movimiento de las manos. Son las manos la parte del cuerpo que establecen relaciones y límites, relaciones entre el yo y los otros (Cfr. Dorra, 1997, p. 27).
Cabe destacar que los cursos propuestos por Dorra continuaron hasta el año 201417. En línea cronológica se suman a los ya mencionados, los siguientes: Teoría y análisis de la poesía lírica tradicional (2008); Agentes, procesos y géneros de la comunicación: de la persuasión a la manipulación (2010); Itinerarios y prácticas de lectura (2012), Antigüedad y actualidad de la retórica (2013) y Formas y usos de la memoria (2014).
Si hasta aquí hemos desandado aquellos aspectos medulares sobre instancias centrales en los estudios de oralidad como lo son el trabajo de campo, la conformación de corpus y las indagaciones sobre el sentido, para finalizar nos detendremos en lo que denominamos las tramas deseadas. Su apertura está dada por una serie de propuestas que siguen dialogando y despliegan una red más vasta, en la cual las representaciones simbólicas, las variantes temáticas y los modos enunciativos surcan distintos tipos de textualidades.
Dentro de este recorrido, un transitar de interés estará puesto en los estudios que focalizan en las representaciones simbólicas del imaginario colectivo y que ponen en diálogo textos y discursos de distintos tiempos y geografías. El enlace entre las distintas expresiones y experiencias estéticas se da a través de la voz, la misma que “atraviesa todo el espacio de la oralidad y puede ser encontrada también en la escritura pues la escritura se constituye a partir de la imagen de una voz” (Dorra, 2008, p. 93).
Un aporte sustancial a estas indagaciones se observa en los trabajos sobre la copla en la provincia de Jujuy, realizados por María Eduarda Mirande (2019). En este estudio, la voz como experiencia corporal y cultural retoma las tensiones entre dos mundos. Mirande piensa estos cruces y confluencias, los conflictos y las tensiones, también la refuncionalización e incorporación de la copla a nuevos espacios significantes18. Nuevas hipótesis permiten explicar por qué este género arraiga en el sistema lírico, oral, popular y tradicional americano y particularmente andino, tanto en quechua como en español.
En este punto, es fundamental la demostración de que el arraigo de la copla en América está asociado a la organización estructural y estructurante de la experiencia sensible y humana, marcadamente femenina, a través del dualismo, la reciprocidad y complementariedad de los elementos del mundo andino.
En el caso de las narrativas orales, Herminia Bellomo en El saber de los relatos (2007a) propone una lectura multidisciplinaria sobre los relatos orales y, por lo tanto, aborda las expresiones de la oralidad desde diversas perspectivas analíticas, en tanto refiere a la condición compleja y heterogénea de la cultura, la que se manifiesta con sus variadas capas y densidades.
Otro gran campo de indagación, y que permite vislumbrar una transformación sobre las perspectivas a abordar por los estudiosos de la narrativa oral, proviene de los estudios latinoamericanistas, especialmente aquellos que profundizan en la cultura andina. Es sustancial la contribución realizada por especialistas peruanos (Landeo Muñoz, 2010; Espino Relucé, 2015; Mamani Macedo, 2019) y el diálogo con investigaciones que se efectúan desde la región del noroeste argentino. Al respecto, Herminia Terrón de Bellomo ha realizado análisis de un corpus de relatos sobre el Rey Inka o Inkarriy (1997). Finalmente, otro abordaje se plantea al estudiar las proyecciones de la leyenda oral en el texto escrito a partir de análisis comparativos y continuando los postulados de M. Bajtín (1998) con respecto a los conceptos de frontera, dialogismo y conclusividad propia de los géneros discursivos.
Una incursión en otro nivel es el estudio del discurso —disciplina transversal de las ciencias sociales y humanas— que permite encontrar las huellas o indicios de los rasgos sociales, políticos, históricos y culturales de los hablantes. En esta trama son muy importantes los aportes de Flora Guzmán al estudio del discurso ritual religioso y la conjunción de expresiones verbales y no verbales. Guzmán construye categorías para interpretar los discursos sociales según el contexto en el que aparecen y que los llenará de significación.
Guzmán contribuye y abre líneas deseadas de investigación en su libro El lenguaje es memoria (1997). Allí propone pensar las categorías de silencio y oralidad como complementos y como potentes factores de cohesión social y modos de ejercer la memoria —el silencio, desde la resistencia y la oralidad, desde la revalorización—. Logra hacer una caracterización de las funciones del silencio en las que se destaca el silencio valorado dentro de la comunidad como un bien, el silencio de la autodefensa ante la posible intromisión del otro, y el silencio como resistencia, como estrategia que los miembros de una comunidad lingüística usan cuando quieren establecer distancia, poner límites, evitar una imposición o negociar.
Otro abordaje necesario es aquel que focaliza en los fenómenos de la oralidad en su interacción entre mensajes verbales y no verbales en su contextualidad. Este abordaje de los materiales orales deviene en un trabajo interdisciplinario de los discursos orales y las manifestaciones asociadas a ellos como (gestos, sonoridad, memoria, corporalidad, ritualidad, expresiones musicales, etc.). Tarea que viene desarrollando con gran fuerza el Laboratorio Nacional de Materiales Orales junto a la Red Iberoamericana de Estudios sobre Materiales Orales (Morelia, México), de la cual participan algunas investigadoras de la Universidad Nacional de Jujuy. Esta adscripción en red de estudios permite la continuidad de las colaboraciones entre los investigadores de Jujuy y México.
Estudios específicos sobre la performance y el discurso oral como los realizados por Guzmán, Rubinelli, Bellomo y Mirande19 son nudos de enlace para continuar las indagaciones y revisitar las tensiones entre oralidad y escritura, entre testimonio y ficción y entre distintas lógicas culturales. Los diversos espacios de circulación y transmisión de los discursos orales, las interacciones entre sistemas cultos y populares pueden reconocerse claramente como intereses de los investigadores mencionados en este artículo.
Finalmente, esta panorámica de los estudios de oralidad realizados en y desde la provincia de Jujuy da cuenta de una labor intelectual de la que participan numerosos investigadores. Es una clara expresión de la sociabilidad letrada que refuerza lazos investigativos y afectivos entre los distintos actores. La dinámica dialogante es central para esta convergencia de prácticas y discursos. Y es comprobable a partir del recorrido planteado en el que se evidencia un esmerado proceso de retroalimentación que tiene como condición material la organización de cursos de capacitación y posgrado, la publicación en revistas y libros, la realización de proyectos de investigación interuniversitarios, las relaciones epistolares continuas, la incorporación permanente de nóveles investigadores y especialistas en otros campos de los estudios socio-culturales.
Este entramado, esta red de relaciones, provoca ese efecto religador que hace posible trazar un mapa del intercambio intelectual a nivel latinoamericano y continúa expandiéndose.
Lienhard, M. (1994). Oralidad. Revista de crítica Literaria Latinoamericana , (40) 371-374. http://www.jstor.org/stable/4530780
[1] El concepto refiere a la propuesta abordada por Susana Zanetti (1994). El fenómeno de religación permite tejer una urdimbre de lazos intelectuales y afectivos, en cuya trama se despliegan distintos espacios que se mueven entre fronteras nacionales, figuras intelectuales y textos.
[2] En 1958 publica el libro La copla. Ensayo seguido de coplas del autor.
[3] Hoy de consulta libre en la biblioteca Cervantes virtual.
[4] La segunda reimpresión facsimilar realizada por la UNJU es de 2009.
[5] Seres Mágicos que habitan en la Argentina tuvo y continúa teniendo un valor preponderante sobre las comunidades de lectores de todas las edades. Bossi menciona las fuentes consultadas que incluyen, además de sus propias investigaciones de campo, la obra de Vidal de Battini.
[6] Esta obra es resultado de la tesis doctoral de Herminia Terrón de Bellomo, con dirección de Nilda Flawiá de Fernández de la Universidad Nacional de Tucumán.
[7] Esta década es prolífica en contactos con especialistas en los estudios de oralidad. Es importante mencionar las capacitaciones realizadas por María Luisa Acuña. Como producto de sus enseñanzas, en 1993 se publica Ritual de la Pachamama, el 1 de agosto: dos interpretaciones y un texto literario. Trabajo coordinado por Acuña, del que participan en colaboración Guillermina Casasco, María Eduarda Mirande y Herminia Terrón de Bellono, entre otros.
[8] Participan de esta publicación Jorge Accame (UNJu), Daniel Santamaría (UNJu), Guillermina Casasco (UNJu), Elena Bossi (UNJu), María Eduarda Mirande (UNJu) Rubén Agüero (UNJu), Pedro di Pietro (UNJu), Herminia Terrón de Bellomo (UNJu), Renata Kulemeyer, licenciada en teatro, residente en Jujuy, Luisa Ruiz Moreno (Benemérita Universidad Autónoma de Puebla) y Raúl Dorra (Benemérita Universidad Autónoma de Puebla)
[9] En 2001, se publica Cuerpos. Se puede leer aquí la continuidad de las indagaciones sobre este tema específico. Publicaron en Cuerpos: Daniel Santamaría, Jorge Alberto Kulemeyer, Carlos Alberto Garcés, María Luisa Acuña, Guillermina Casasco, Eduarda Mirande, María Soledad Alonso de Rúffolo, Pedro Di Pietro, Alejandra García Vargas, Jorge Dubatti, Elena Bossi y Jorge Accame
[10] El 3 de diciembre de 1999 firman el Convenio General de Colaboración los rectores Enrique Doger Guerrero, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y Oscar G. Insausti, Universidad Nacional de Jujuy.
[11] Cabe destacar que en este mismo número aparece un texto de Elena Altuna, docente e investigadora de la Universidad Nacional de Salta. Esta referencia da cuenta de los lazos que acercan a investigadores de provincias vecinas, ubicadas en el norte argentino.
[12] Las investigadoras jujeñas que participan de esta publicación son: Elena Bossi, María Eduarda Mirande y Guillermina Casasco. Desde la provincia de Salta lo hace Susana A. C. Rodríguez, y desde México escriben Luisa Ruiz Moreno, María Isabel Filinich, Alma Yolanda Castillo Rojas y María Luisa Solís Zepeda. Dorra escribe el artículo de presentación. Cabe destacar que esta publicación incluye un corpus de relatos sobre la Mulánima-Mujer herrada, recopilados por las investigadoras que participan del volumen.
[13] En esta publicación participan Raúl Dorra, Elena Bossi, Gigliola Zecchin, Carlos Bernatek, Lilia Lardone, María Teresa Andruetto, Jesús David Curbelo, Jorge Boccanera, Bernardo Carey, Ariel Madrazo, Liliana Heer, Susana Romano, Daniel Santamaría, Ángel Negro, Silvia Barei, Ernesto Aguirre, Patricia Calvelo, Nilda Flawiá, Marta Quintana, Guillermo Martínez, Guillermina Casasco, Jorge Accame, Alejandra García Vargas, Pablo Baca, María Eduarda Mirande, Andrea Maturana y Gustavo Nielsen.
[14] En este libro, E. Bossi propone una lectura de contacto, una lectura que entreteje con profundidad y precisión el relato de Apuleyo y en diez narraciones sobre la Bella y la Bestia recogidas por Berta Vidal de Battini.
[15] El nido de la voz es una exquisita figura de pensamiento dentro de la propuesta reflexiva ofrecida por Dorra. Hace referencia a esa parte del cuerpo que se encuentra a la altura del pecho, allí donde empieza a transformarse en garganta. Allí se materializa la experiencia sensible (Cfr. Dorra, 2005, pp. 28-29).
[17] Agradezco la amable y voluntariosa colaboración de María Eduarda Mirande y Álvaro Zambrano. Ambos ayudaron a desempolvar los archivos de la memoria y de este modo acceder a los títulos de los cursos desarrollados en nuestra universidad.
[18] Un libro que recoge parte de estas reflexiones es La esquicia creadora, editado por Iván Ruiz y María Luisa Solís Zepeda, en 2012. Es el cuarto volumen publicado por el Programa de Semiótica y Estudios de la Significación de la BUAP. El artículo de Mirande se titula: “El mundo en la totora. La esquicia creadora en el escenario de una copla popular”. En esta misma publicación se encuentra otro artículo de la jujeña Guillermina Casasco: “Entre el sujeto y el lenguaje poético: enlaces.”
[19] En 2021, bajo la dirección de María Eduarda Mirande se publica el libro Yo no canto por cantar. El cancionero de coplas de Jujuy. Tópicos y representaciones. Este volumen constituye un avance teórico —crítico sustancial para el estudio multidimensional de las producciones orales.
Acerca de la autora
Florencia Raquel Angulo Villán es profesora en la Universidad Nacional de Jujuy. Sus principales líneas de investigación son: estudios de oralidad, literatura y cultura andina. De sus principales publicaciones, podemos destacar junto con Fernández Civalero, F. “Desandar el camino de la serpiente: núcleos poéticos de resistencia cultural en el poemario Katatay”. En Imaginario mítico en las literaturas andinas peruanas (2022) y “Desovillando memorias andinas en la ciudad migrante: relatos orales sobre las almas y otros seres que regresan de la muerte”, Visitas al Patio, 15(1), (2021).