WITTGENSTEIN2
1. Consideraciones preliminares: ¿afección en contexto epistémico?
En las líneas que siguen quisiera tematizar a grandes rasgos la siguiente pregunta: ¿cuál es el papel que juega la afección en el marco más amplio de la cognición (humana) y su aspiración, o bien tendencia, por el conocimiento de lo que es? En conexión con esta pregunta, someteré a discusión la tesis sellarsiana formulada por Willem DeVries y Timm Triplett (2000), del siguiente modo: “lo no-proposicional es epistémicamente ineficaz” (p. 104). Esto quiere decir que los objetos materiales, los datos sensoriales y otros particulares, o bien otros eventos en el campo sensorial, no pueden hacer las veces de una razón, de una premisa, en favor o en contra de un argumento determinado. Semejante aseveración condensa, en mi opinión, una de las críticas que Wilfrid Sellars echa en cara a aquellos filósofos que admiten la noción de lo dado.3
Esta crítica conlleva la idea —inter alia— según la cual la relevancia epistémica debe ser entendida, en primer lugar, en términos de lo que es articulado proposicionalmente, o que todo conocimiento debe tener dicha estructura: “pues lo que es conocido, incluso en el conocimiento no-inferencial, son hechos en lugar de particulares”.4
Bajo esta perspectiva, la cual presupone a mi juicio una acendrada actitud teorética, podríamos afirmar que algo así como el fenómeno de la afección carece de relevancia epistémica, o que es un tema estéril, insignificante, que nada tiene que ver con una teoría del conocimiento seria, en la cual asignamos a lo proposicional, más aún, a lo proposicional entendido como aquello que es justificado por medio de inferencias, un lugar preponderante, digamos, como portador exclusivo de la verdad.5
A este tenor, podemos enumerar una serie de posibles objeciones, de las cuales el mismo Edmund Husserl hace mención, contra la regresión [Rückgang] al mundo de vida [Lebenswelt];6 más precisamente, al campo de la experiencia pre-predicativa. Resultan sorprendentes las formulaciones que se encuentran en la introducción de la obra póstuma Experiencia y juicio (1939),7 pues anticipan en cierto modo la esbozada crítica de Sellars contra lo no-proposicional.
Para empezar, Husserl dice que aun asumiendo que el lógico admita algo así como la noción de experiencia pre-predicativa, este último considerará que el ámbito del juicio es la instancia suprema, puesto que en éste podemos hablar en sentido propio de saber y conocimiento. Parafraseemos la actitud interrogativa de Husserl a este respecto: (1) ¿acaso el juicio predicativo es la sede exclusiva del saber, “de la genuina y propia evidencia”? (2) ¿Acaso este saber tiene un valor superior? A continuación, Husserl formula los posibles ataques de su oponente de talante lógico: (3) ¿Qué ganamos con la regresión del ámbito de la episteme al de la doxa, es decir, con el retroceso a un ámbito de “experiencia vaga” y “apariencia engañosa”? (4) ¿Cuál es el rédito de la “clarificación genética,” la cual se retrotrae a una dimensión de “manifiesto rango inferior”? (Husserl, 1939, p. 22).
Con la intención de replicar a las esbozadas objeciones con ánimo abierto, dialogante, mi intención en el presente texto será defender que es posible cuestionar los alcances de la tesis de la ineficacia epistémica de lo no-proposicional a la luz de los análisis husserlianos, especialmente en Experiencia y juicio, pues ¿acaso lo proposicional es la “norma,” con arreglo a la cual toda actividad cognitiva debe ser medida?8 Mi postura con respecto a esta pregunta es que la experiencia pre-predicativa, precisamente, en virtud de no ser proposicional ni epistémica, no se deja reducir al “espacio de la razones” ni a una descripción empírica incrustada en el orden causal. En este contexto, considero que el fenómeno de la afección, situado en el horizonte más amplio de la experiencia pre-predicativa y de la constitución de sentido, puede contribuir como elemento basal para los rudimentos de una teoría del conocimiento, sin ser ella misma conocimiento.
Ahora bien, Husserl reconoce, por un lado, el puesto central que el juicio, o bien proposición, ocupa en el campo de la problemática de la lógica formal por razones históricas y materiales e indica con claridad, por el otro, la tarea y los resultados provisionales que la fenomenología ha de perseguir en este campo de trabajo:
La aclaración genética fenomenológica de lo lógico descubre que el ámbito de lo lógico es más vasto que el hasta ahora tratado por la lógica tradicional, y ella descubre a la vez las razones esenciales ocultas, desde las cuales surge este estrechamiento —precisamente retrotrayéndose, ante todo, a los orígenes de lo “lógico” en sentido tradicional. Con ello, ella no sólo encuentra que la productividad lógica ya está presente en estratos, en los cuales ésta no fue vista por la tradición, y que la problemática lógica sólo opera en una planta relativamente alta; sino, más bien, que las presuposiciones ocultas han de encontrarse en aquellos substratos, en virtud de los cuales sólo llegan a ser comprensibles, en última instancia, el sentido y el derecho de la evidencia de grado superior del lógico. Sólo a través de esto será posible una confrontación con la tradición lógica en su conjunto y —como meta adicional de largo alcance de la ilustración fenomenológica de la lógica— la ganancia de aquel concepto comprehensivo de la lógica y del logos.9
En este pasaje me interesa resaltar que encontramos, justamente, valiosos impulsos para cuestionar el estrechamiento a la esfera de la proposición como punto de partida incontrovertible para los rudimentos de una teoría del conocimiento. Además, podemos comprender la tesis sellarsiana como resultado de este estrechamiento.
Por otro lado, Husserl añade, matizando, que bajo ciertas circunstancias, ejemplarmente en el “modo dado en carne y hueso” [Selbstgegebenheit]10 de un objeto percibido, no se requiere forzosamente de una “formación predicativa,” es decir, “un objeto como posible sustrato de juicio predicativo puede estar dado de modo evidente, sin que deba ser juzgado en un juicio predicativo” (Husserl, 1939, p. 12). He aquí meramente insinuada la tesis capital husserliana de la fundación [Fundierung] de la predicación en la experiencia pre-predicativa; dicho sintéticamente: todo pensar, todo operar con proposiciones e inferencias, “presupone objetos pre-dados” (Husserl, 1939, p. 11); o bien: “de manera preliminar a toda operación de una actividad cognitiva ya están siempre pre-dados objetos para nosotros, en certeza natural”; o también: “todas las evidencias predicativas deben basarse, finalmente, en las evidencias de la experiencia”.11
Así pues, es preciso enfatizar que cuando nos enfocamos en un ámbito específico de nuestra experiencia, ora la experiencia pre-predicativa, ora la afección, ora la predicación, se trata de un ejercicio de abstracción. Una palabra que, a tenor de Husserl, debe expresar, en primer término, un poner fuera de función, un dejar fuera de consideración lo que está ahí para mí, a la vista, y que conserva, o bien retoma su validez en una fase ulterior del análisis:
Con esto, no debe tenerse en mente una omisión o la concepción según la cual la naturaleza existiría sola para sí y separada, o también según la cual en la formación originaria de la “representación del mundo”, de una conciencia óntica del mundo, primero fuera requerida una formación de la pura naturaleza óntica para mí, la cual, sólo después, tuviera que recibir sentido de ser adicional. De todo eso no se hace referencia.12
Por ello, es necesario resaltar que el modo pre-dado de los objetos no es, de ninguna manera, una condición de posibilidad suficiente para la adquisición del conocimiento en sentido inferencial, ni algo así como un conocimiento proposicional inmediato; aquí podemos hablar, más bien, de lo pre-dado en cuanto conocimiento familiar [Kenntnis], o bien pre-saber [Vorwissen]: “este pre-saber está determinado de modo incompleto o indeterminado en su contenido, pero nunca es completamente vacío” (Husserl, 1939, p. 27). Si no fuese válido a la par de otros saberes, Husserl agrega, sería imposible tanto la experiencia en general como la experiencia particular de una cosa singular en cuanto idéntica.
Por otro lado, debemos percatarnos del peligro que comporta pensar que trazar una simple línea divisoria entre el ámbito pre-dado de los objetos como sustratos de juicio posible y el ámbito del juicio, de la proposición, es suficiente para comprender, de inmediato, dónde ha de buscarse la esfera de la evidencia originaria y tener, en consecuencia, acceso directo a ella; así como saber de qué tipo es, y cuál es propiamente dicho el sentido de este carácter originario. Para ello, es preciso emplear el método genético husserliano,13 el cual comporta una compleja regresión en varios pasos, cuya meta es alcanzar “las evidencias originarias últimas de objetos”, las cuales han de formar “el punto de partida necesario para cada clarificación de origen del juicio” (Husserl, 1939, p. 15). La tarea de este método tiene como objeto una regresión al mundo de vida, pre-dado con antelación a todas las operaciones lógicas; la motivación para llevar a cabo esta tarea es la intuición husserliana según la cual el mundo de vida entrega el suelo para “toda operación cognitiva” y para “toda determinación científica” (Husserl, 1939, p. 38). Más aún, la necesidad de seguir un método genético también radica en el hecho de que “el mundo, en el que vivimos y en el que nos ocupamos juzgando y conociendo, a partir del cual todo lo que llega a ser sustrato de juicios posibles nos afecta, ya está siempre pre-dado en cuanto infiltrado por el sedimento de operaciones lógicas”.14
Pero el resultado de semejante infiltración no sólo está depositado en nuestra experiencia en virtud de lo puramente lógico o lo científico, por ejemplo, cuando uno dice “la tierra es redonda”, y esto, con independencia de que esta expresión sea resultado de una sesuda operación inferencial; en este caso, también hay que tener en cuenta el papel constitutivo que juega nuestra comunidad, la cual está situada históricamente, para la adquisición activa de conocimientos, por ejemplo, a través del lenguaje, de la comunicación, del aprendizaje, y de la tradición, como Husserl sugiere acertadamente. Éstos y otros elementos influyen en la consolidación de algo así como una imagen de mundo [Weltbild], para decirlo en un sentido más o menos wittgensteiniano. Para aclarar esto, podemos citar un ejemplo del propio Wittgenstein (1984):
Lavoisier hace experimentos con elementos químicos en su laboratorio e infiere que en la combustión ocurre esto o aquello. Él no dice que, en efecto, esto puede pasar de otro modo en otra ocasión. Él abraza una imagen de mundo determinada; por supuesto, él no la ha inventado, sino aprendido cuando era niño. Digo imagen de mundo y no hipótesis, porque es la base obvia de su investigación y en cuanto tal no está enunciada explícitamente (§167, p. 154).
En la sección siguiente sondearé algunos análisis husserlianos con el objetivo de ganar una determinación provisional de la afección e intentaré precisar el lugar que ésta ocupa en el ámbito de la esbozada experiencia pre-predicativa; en otras palabras: me empeñaré en poner de relieve el estrato pre-dado que la actividad epistémica presupone. Intentaré mostrar que la afección es algo que, por así decir, me ocurre, me acontece pasivamente, sin que yo la genere de un modo activo o espontáneo.
2. Afección en el espacio de la experiencia pre-predicativa
En el contexto de la temática descrita, hemos visto que, a tenor de Husserl, la actividad epistémica presupone, en todo momento, objetos —en carne y hueso— pre-dados. Ahora bien, consideremos la afección bajo el siguiente punto de vista: Husserl dice que “algo”15 me “afecta” como lo que ingresa furtivamente en el trasfondo de mi campo de conciencia, o también: ese algo ya puede estar presente en primer plano, incluso aprehendido, sin que despierte un interés cognitivo especial en relación con otros intereses de la vida práctica. Por ello, Husserl afirma que a la aprehensión [Erfassen] ya siempre le precede la afección, la cual de ningún modo es un afectar de un objeto singular aislado; pues afectar quiere decir destacarse, ponerse de relieve, realzarse [Sichherausheben] con respecto a su entorno, el cual ya siempre está presente, a la vista, siendo co-partícipe; así pues, algo que se destaca atrae el interés, y eventualmente el interés cognitivo (Husserl, 1939, p. 24).
Pero ¿cómo nos afecta el entorno? Según Husserl, el entorno co-participa en cuanto “un terreno de carácter pre-dado” esto es, de una forma pasiva, de suerte que ya siempre está ahí, latente, “sin intervención alguna, sin dirigir la mirada de modo aprehensor, sin despertar interés alguno” de mi parte (Husserl, 1939, p. 24). En este sentido, podemos decir que toda operación cognitiva, por ejemplo, todo volver la cara [Zuwendung] que aprehende un objeto singular, presupone este terreno de carácter pre-dado pasivo.
En otras palabras: algo me afecta a partir de un campo pre-dado con antelación en el modo de aquello que Husserl denomina doxa pasiva o creencia óntica pasiva [passiver Seinsglaube], la cual es presupuesta por toda operación cognitiva en cuanto “suelo universal” o “suelo de mundo como siendo válidamente obvio” [Boden der selbstverständlich als seiend geltenden Welt] (Husserl, 1939, pp. 24 y ss.). A este respecto, podemos citar una ilustración de Wittgenstein en Sobre la certeza, la cual parece capturar el asunto en virtud de su carácter simple y cuasi parabólico: “cuando experimento [científicamente], no dudo de la existencia del aparato que tengo frente a los ojos. Tengo un montón de dudas, pero no ésta” (Wittgenstein, 1984, §337, p. 185). A la luz de este ejemplo podemos tener, asimismo, un viso de comprensión en torno a la siguiente formulación condensada de Husserl: “el ser del mundo en el todo es la obviedad, la cual nunca es puesta en duda, y que no es adquirida por vez primera a través de la actividad judicativa en sí misma; sino, antes bien, [la obviedad] forma la presuposición para todo juzgar”.16 Husserl acompaña esta reflexión con el siguiente ejemplo:
Cuando aprehendo discriminando en mi campo perceptual, verbigracia, mientras miro un libro sobre la mesa, o cualquier objeto, aprehendo, entonces, un ente para mí, el cual ya está siendo para mí con antelación; ya estaba “ahí”, “en mi habitación de estudio”, incluso cuando todavía no me había dirigido hacia a él; justo como esta habitación de estudio en su conjunto, la cual ha aparecido ahora en mi campo perceptual con todos sus objetos perfilados [conforme a la perspectividad de la percepción]; [la habitación] ya estaba [ahí] para mí, en unidad con la cara no vista de la habitación y sus cosas familiares, con el sentido “habitación de mi vivienda” en la calle familiar, calle en mi lugar de residencia, y así sucesivamente.17
A la luz de esta aparente digresión, podemos decir que, de este modo, todo lo que me afecta, lo hace sobre el suelo del mundo (Husserl, 1939, p. 25). Pero ¿qué más quiere decir esta dependencia de la actividad cognitiva con respecto al terreno de lo pre-dado en el modo de la pasividad? Para dar algunos pasos en torno a esta cuestión, volvamos a la mencionada temática del campo de trasfondo pasivo pre-dado en mi conciencia: lo que me afecta a partir de este campo no es algo completamente vacío, algo así como un dato desprovisto de todo sentido, o bien un dato de carácter desconocido absoluto. Husserl nos hace notar parentéticamente que en este caso, “no tenemos palabra correcta alguna” (Husserl, 1939, p. 34).
Sea como fuere, semejante carácter desconocido es, a la vez, un modo del carácter conocido familiarmente [Bekanntheit]. Lo cual quiere decir que, cuando menos, aquello que me afecta, en la medida que lo he conocido familiarmente alguna vez, es —en general— algo con determinaciones; mejor dicho: puedo ser consciente de algo en la forma vacía del carácter determinable [Bestimmbarkeit], esto es, como algo revestido por un horizonte vacío de determinaciones. En palabras de Husserl:
La concepción como “objeto en general” —cuyo carácter todavía es completamente indeterminado, desconocido— ya trae consigo, en consecuencia, un momento del modo conocido familiarmente, precisamente como un algo que “es de algún modo,” que es explicitable y según lo que sea, puede llegar a ser conocido; a saber: como un algo que está inmerso en el horizonte de mundo en cuanto totalidad de lo que es; un algo que ya es conocido en la medida que es ente “en el mundo,” dicho correlativamente, ente que debe ingresar en la unidad de nuestra experiencia fluyente.18
Todavía más importante para una tematización exhaustiva de la afección y de la cognición es la cuestión husserliana de la tipificación de todos los objetos, acerca de la cual me limitaré a mencionar lo siguiente: la tipificación pre-delinea, configura, nuestra experiencia esquemáticamente, de modo que nuevos tipos de objetos se delinean y consolidan, cada vez que un nuevo objeto se constituye (originariamente), o bien se tipifica, por primera vez. Así, es posible captar, en el transcurso de la experiencia, nuevos objetos que se asemejan a un tipo pre-dado, ejerciendo una especie de anticipación. De esta manera, nuestro entorno pre-dado ya está tipificado multifacéticamente [vielfältig] y configurado con arreglo a determinadas categorías regionales, géneros especiales, especies, etcétera. Ahora bien, lo que aquí nos interesa resaltar es que, según Husserl,
[…] lo que afecta en el trasfondo y lo aprehendido en un primer acceso activo, es conocido familiarmente en un sentido mucho más abarcador, que ya es captado en el trasfondo de manera pasiva, no sólo como “objeto,” experienciable, explicitable, sino como cosa, como humano, como obra humana y así sucesivamente en particularidades ulteriores.19
En conexión con la cuestión abierta de la tipificación, ahora intentaré situar el fenómeno de la afección en el horizonte más amplio de aquello que Husserl denomina el “ABC de la constitución” (Husserl, 1966, p. 125). La intención de esto será respaldar la tesis husserliana según la cual la afección juega un papel crucial en la constitución de todos los caracteres objetuales [Gegenständlichkeiten], de modo que sin la afección no habría ningún objeto “en lo absoluto” y “ningún presente articulado objetualmente” (Husserl, 1966, p. 164). Así pues, un esquema general del ABC de la constitución puede ser esbozado siguiendo las indicaciones de Dieter Lohmar,20 quien distingue cuando menos cinco estratos. Por mi parte, añado (arriba) tres estratos adicionales de nuestra experiencia epistémica a manera de contraste con la experiencia pre-predicativa; e incluyo el cuerpo viviente (abajo) en cuanto una dimensión latente en los análisis husserlianos, por ejemplo, en la tematización de las cinestesias.
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(F) Idealizaciones de las ciencias, ideales de conocimiento21
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(E) Conocimiento inferencial
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(D) Conocimiento proposicional o predicativo (‘S es p’)
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(C) Apercepción tipificante (algo en cuanto algo)
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(B’’) Salientes o contrastes sensoriales; por ejemplo: bordes, contornos y siluetas
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(B’) Unidad de Identidad, unidad de “homogeneidad”, fusión asociativa; por ejemplo: superficies y manchas (coloreadas)22
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(B) “Datos” sensoriales; síntesis asociativas23
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(A) Síntesis de la conciencia interna del tiempo; presente vivo24
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Cuerpo viviente [Leib]
Ahora bien, me concentraré en situar a grandes rasgos el fenómeno de la afección en los multifacéticos y elusivos estratos B y A, puesto que con lo arriba expuesto ya hemos rozado el estrato C. Para ello, se requiere enfatizar, de nueva cuenta, que cuando Husserl considera el problema de la afección también sigue el camino de la necesaria abstracción para una fenomenología sistemática de la génesis:
Así pues, procedemos como si el mundo del Yo sólo fuera el presente impresional y como si nada de las apercepciones [que captan más allá de éste], y que surgen a partir de regularidades subjetivas, adicionales y extensivas, estuviera involucrado, nada de los conocimientos adquiridos en la vida mundana, [nada de] intereses prácticos y estéticos, valoraciones y cosas semejantes. Consideramos, por ende, las funciones de la afectividad, las cuales se fundan en lo impresional.25
En otras palabras: “No necesito decir que a todas estas consideraciones que llevamos a cabo, también un célebre título puede serles dado, el de lo ‘inconsciente’. Se trata, por tanto, de una fenomenología de este así llamado inconsciente”.26
Tomemos como acceso a nuestra tarea los contrastes o salientes [Abgehobenheiten] (B’’), esto es, ciertas superficies realzadas en un campo sensorial, las cuales no son simples procesos pasivos (ciegos) en la conciencia, puesto que también tienen su propia “fuerza afectiva” (Husserl, 1939, p. 79). En este sentido, Husserl dice que “llama la atención” [fällt auf] aquello que, por ejemplo, destaca, sobresale, gracias a su disimilitud con respecto a un fondo homogéneo; en otras palabras: lo que sobresale desencadena una “tendencia afectiva” sobre el Yo. La “fuerza afectiva” ejerce atracción sobre el Yo, lo incita a volver la cara, independientemente de que siga el aliciente o no. Un ejemplo claro de ello en la esfera sensorial es un sonido, o bien un color, el cual es más o menos “molesto”, “estridente” [aufdringlich] (Husserl, 1939, p. 80); piénsese, a manera de ejemplo, en el destello cegador producido por la máquina de soldar, o en el chirriar del tren sobre las vías. En un caso más extremo, en la irrupción ensordecedora de un estruendo; digamos, en una explosión, podría ocurrir que no sólo el campo auditivo, sino también el campo sensorial en su conjunto, sean afectados a tal grado que uno quede privado, sobrecogido por la fuerza de lo ocurrido.27
Toda una gama de estímulos subyace, así pues, en el campo sensorial de modo latente; dichos estímulos se realzan a partir de este campo ejerciendo una atracción más o menos débil o intensa sobre el Yo. Y esto, sin que todavía tenga lugar una aprehensión aperceptiva, es decir, sin hacer explícito algo en el modo de la percepción temática, esto es, retomando nuestros ejemplos: “esto en cuanto destello de la máquina de soldar”, o “esto en cuanto chirriar del tren sobre las vías”. Y mucho menos en el caso de la explosión podría asumir una actitud aperceptiva conceptual, pues estaría completamente aturdido o en el peor de los casos inconsciente.
En contraste, cuando vuelvo la cara a algo tiene lugar aquello que Husserl designa como “estar despierto del Yo” [Wachsein des Ich]; más exactamente, estar despierto como actualización fáctica y como potencialidad, es decir, en estado de poder-realizar-actos. Pero la potencialidad configura la presuposición para la ejecución fáctica. Además, Husserl menciona que despertar [Erwachen] quiere decir dirigir la mirada a algo; ser despertado [Gewecktwerden], por su parte, quiere decir “padecer una afección real” [eine wirksame Affektion erleiden] (Husserl, 1939, p. 83).28
En conexión con esto, intentaremos considerar ejemplos más concretos. Podemos decir, verbigracia, que en tiempos de crisis, o bien en una situación que amenaza mi existencia, un pensamiento puede ser particularmente imperante, recurrente, por ejemplo, el pensamiento de la propia muerte. Pero no sólo un pensamiento puede afectarme con urgencia; también puede afectarme, concernirme —bajo condiciones adversas— una necesidad inaplazable, por ejemplo, la necesidad de alimento. En este punto es lícito preguntar: ¿la “desviación abstractiva de la mirada” [abstraktive Blickwendung] (Husserl, 1939, p. 75), es decir, el tipo de reflexión que suspende nuestro estar inmersos en la vida cotidiana, en la actitud natural, puede experimentar una disrupción o dislocación a causa de estos apremios mundanos?
3. De la desviación abstractiva de la mirada a la afección en carne y hueso: un apunte
En los manuscritos editados y publicados póstumamente bajo el título Problemas límite de la fenomenología (Husserl, 2014), Husserl se ocupa —inter alia— de cuestiones basales como la natalidad y la mortalidad, o bien la vigilia y el dormir (sin sueños). En esta constelación de problemas y reflexiones aparece tematizada la afección, verbigracia, en términos del estímulo [Reiz] que coacciona al Yo y a los instintos.29 A este respecto, podemos leer lo siguiente: la “razón misma <es> instinto transfigurado, a lo largo de toda vida racional <va> [atravesada] la afección instintiva y la intención”.30
A mi parecer, Husserl sugiere con esto que así como el mundo —en el cual vivimos concretamente— está infiltrado de antemano por operaciones lógicas, por idealizaciones de las ciencias e ideales de conocimiento, de la misma forma, el mundo —en el cual vivimos concretamente— ya está pre-dado, pre-constituido, templado por disposiciones afectivas. A este tenor, podemos decir que las operaciones lógicas están, en cierto modo, motivadas31 por la tendencia a averiguar, a comprobar algo de una vez por todas y para cada persona.32 Justo aquí estaría situada la tarea genético-fenomenológica de ahondar en las motivaciones históricas, en la historicidad sedimentada, vale decir, “una historicidad, en la cual al mundo le brota, por primera vez, el sentido de una determinabilidad objetiva [en cuanto] mundo que es “en sí.” Y esto, basado en la intuición originaria y en la experiencia”.33
Pero, ciertamente, no todo el tiempo estamos inmersos en una disposición, en un temple anímico, en el cual tenemos por objeto comprobar algo, digamos, por medio de una sesuda inferencia que resultase en el en sí de este o aquel objeto de investigación.34 Aquí quisiéramos enfatizar, de nuevo, que podemos entrever una relación dinámica, viva, entre el ámbito del juicio y la experiencia pre-predicativa.35 En este plexo de ideas es posible formular, además, un resultado provisional del presente texto; a saber: es necesario realzar la función que cumple la abstracción metódica, a partir de la cual aislamos este o aquel ámbito de nuestra experiencia, y la manera en que esto influye en la concretud de nuestra experiencia viva. Sostenemos que tras enfocarnos en la reducción fenomenológica u otros asuntos teoréticos, podemos ver el mundo teñido bajo otra coloración afectiva.36 Ahora bien, la pregunta que surge, en consecuencia, es: ¿cuál es el posicionamiento que la actitud fenomenológica ofrece a la hora de abordar un caso concreto como el hambre?
A este tenor, Husserl se pregunta, si el mundo ya está constituido a partir de la instintividad y de la satisfacción de sus impulsos; en otras palabras: “¿está el instinto alimenticio dirigido originariamente a los datos de las sensaciones y a satisfacerse en éstos?” (Husserl, 2014, p. 134) ¿Acaso uno puede contentarse con esto? —Podríamos agregar. Uno podría responder, de entrada, que el alimento se presenta como una multiplicidad de datos, o que la satisfacción de comer y beber concluye con la ingesta de alimento.
Pero, Husserl añade, en el mundo pre-dado tenemos necesidades que se repiten periódicamente. De este modo, el hambre es recurrente, periódica, y puede ser satisfecha o no. En el primer caso, digamos en una alimentación óptima, libre y sin restricciones, tengo acceso a toda clase de víveres y puedo comerlos. Éstos son, a su vez, “cosas presentadas por medio de las cinestesias”. Y he aquí, a mi juicio, lo decisivo, lo cual es expresado por Husserl de la siguiente forma: “no sacian los datos, sino los alimentos, experimentados concretamente”.37 En este punto nos situamos, pues, en una dimensión primordial de nuestra experiencia viva; a saber: mi cuerpo vivo (en óptimas condiciones). En consecuencia, los alimentos me afectan en el transcurso, o bien en la sucesión de determinadas presentaciones-de [Darstellungen-von], y a la par, yo respondo, reacciono, con una serie de cinestesias, por ejemplo: tomar el alimento (con mis propias manos), comer, masticar, deglutir, etcétera (Husserl, 2014, p. 135). Por otro lado, Husserl habla acerca de la vianda, la comida [Speise] como algo particular identificado, reconocido, comestible, o bien como alimento familiar, habitual. Pero no sólo eso:
El Yo es, ahora, el que tiene hambre —o también el que todavía está satisfecho por ahora. Pero ya sabe que tiene hambre periódicamente y que se satisface o está satisfecho, y que la satisfacción deviene en hambre de nuevo, etcétera. Yo también tengo (en cuanto Yo maduro, en cuanto tal yo reflexiono) otros intereses, intereses que tienen su normalidad de orden de necesidad y satisfacción. Según sea el caso, un <interés> es lo ahora urgente, lo que requiere ahora, ante todo, satisfacción. Antes que nada: “ahora debo comer,” y después toca el turno del periódico matinal, luego la oficina, etcétera.38
En mi opinión, no debe pasar inadvertido el ahora debo comer, pues aquí está aludido, precisamente, nuestro ser concreto, el cual está expuesto e inscrito en la finitud humana y sus necesidades, en aquellas posibilidades en las cuales se juega la vida humana, tal y como el propio Husserl sugiere en otros pasajes:
Yo soy —trascendental, pero yo soy este humano. Yo soy apodíctico. La muerte no es un incidente óntico en el “Yo soy” del Ego trascendental, sino un acontecimiento en el mundo de los humanos, <en> el mundo constituido.39
Todo en el mundo, el cual es mundo de todos nosotros, es en el fondo naturaleza, corporalidad física. —Generación como evento físico, crecimiento en la tipicalidad “animal”, “humano”, cesamiento de esta tipicalidad, tránsito a otra tipicalidad física, desintegración en elementos físicos, etcétera. ¡Pero eso concierne a todos los cuerpos humanos, también al mío!40
A manera de conclusión y de tarea prospectiva: justo aquí sería fructífero complementar estas observaciones husserlianas con algunos apuntes de Emmanuel Lévinas en Totalidad e infinito, especialmente, acerca de las nociones de vivir de […] y del gozo; por ejemplo, cuando Lévinas pondera lo siguiente: “¿cuál es la relación entre la intencionalidad teórica del acto objetivante, como lo llama Husserl, y el gozo?” (Lévinas, 2002, p. 141). Él responde unas páginas más adelante:
La intencionalidad del gozo puede describirse por oposición a la intencionalidad de la representación. […] El cuerpo es una permanente puesta en duda del privilegio que se atribuye a la conciencia de “dar el sentido” a todo. Vive en tanto que está puesta en duda. El mundo en el que vivo no es simplemente el lado opuesto o el contemporáneo del pensamiento y de su libertad constituyente, sino condicionamiento y anterioridad. El mundo que constituyo me alimenta y me baña. Es alimento y “medio” (Lévinas, 2002, pp. 146 y ss.).41
Baste mencionar, como ejemplos levinasianos, el gozo de la buena sopa tras un arduo día de trabajo en la intemperie, o el gozo del agua fresca tras una jornada de marcha en medio del campo yermo, asolado.
4. Sumario
Con lo aquí presentado a manera de boceto, he querido contribuir con algunas consideraciones en torno al fenómeno de la afección, contrastándolo con la cognición (humana), específicamente comprendida bajo una faceta proposicional. Hemos visto que (1) podemos cuestionar los alcances de la tesis sellarsiana de la ineficacia epistémica de lo no-proposicional a la luz de los análisis husserlianos en torno a nociones como experiencia pre-predicativa y campo pre-dado pasivo. En este contexto, (2) la afección juega un papel crucial en la constitución de sentido de nuestro mundo concreto, y esto, sin ser ella misma justificada por razones, o descrita empíricamente en tercera persona. (3) La afección y el ejemplo concreto del hambre pueden ser vinculados con las motivaciones, con el vivir de buena sopa, de agua fresca, interpretados en cuanto enraizamiento en nuestra experiencia encarnada. En este sentido, la tarea fenomenológica puede ser vista como un “hacer temático de lo vivenciado atemáticamente”.42 (4) Una cuestión abierta: ¿cómo ha de interactuar concretamente nuestra cotidiana inmersión en la actitud natural, ejemplificada por el apremio mundano de la necesidad, del hambre, con la actitud fenomenológica propiamente dicha? ¿En qué medida podemos adoptar una actitud afectiva, atenta, en la cual nos desprendemos de nosotros mismos? ¿Quizá dejando brillar el alimento en el rostro de la otra persona?