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Noticias del Fondo Greimas de Semiótica *


Abrimos esta entrega de las Noticias agradeciendo a Jacques Fontanille por su generosidad al habernos enviado, en el mes de marzo, algunas de las últimas publicaciones en semiótica editadas tanto en Francia como en Perú (mediante la iniciativa e incansable labor de Desiderio Blanco y Óscar Quezada Macchiavello). Esa es la razón por la que nuestros lectores observarán un cambio en el orden habitual del contenido de esta sección. Primeramente, presentamos una lista bibliográfica de las obras arriba señaladas; en segundo lugar, compartimos las reseñas de tres libros, y cerramos el apartado con el informe de las “Actividades académicas” de este 2018.

De las adquisiciones del Fondo

Fontanille, Jacques (1999). Semiótica y literatura. Ensayos de método. Lima: Universidad de Lima. Fondo Editorial 2012.

______ (2011). Cuerpo y sentido. Lima: Universidad de Lima. Fondo Editorial 2017.

______ (2015). Formas de vida. Lima: Universidad de Lima. Fondo Editorial 2017.

Marsciani, Francesco (2007). Les arcanes du quotidien. Essais d’ethnosémiotique. Limoges : Pulim.

Marrone, Gianfranco (2017). Sémiotique et critique de la culture. Espace, nourriture, nature, objects. Limoges : Pulim.

Reseñas

Waldir Beividas, La sémiologie de Saussure et la sémiotique de Greimas comme épistémologie discursive : une troisième voie pour la connaissance, Limoges, Lambert-Lucas, 2017, 248 pp.

Tesis escrita en 2015 para el concurso de libre-docencia de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo, vertida ahora en lengua francesa en su primera edición bajo el título La sémiologie de Saussure et la sémiotique de Greimas comme épistémologie discursive: une troisième voie pour la connaissance [La semiología de Saussure y la semiótica de Greimas como epistemología discursiva: una tercera vía para el conocimiento], con prefacio de Michel Arrivé, el libro de Waldir Beividas tiene el mérito de promover la reanudación coherente y bien fundamentada de la línea de pensamiento instituida por el suizo Ferdinand de Saussure en los inicios del siglo pasado y, en lo subsecuente, prolongada, desarrollada, matizada y ampliada por sus continuadores, Louis Hjelmslev, Algirdas Julien Greimas y Claude Zilberberg.

El texto que Beividas pone en nuestras manos revela el cuidado de un investigador riguroso, atento a los límites impuestos por la preservación de la coherencia de cualquier punto de vista dado. Desde la primera y hasta la última línea, Beividas no abandona la agudeza de su escritura elegante y objetiva, no esquiva los previsibles contra-argumentos a la tesis por él adoptada, y mucho menos duda al confesar alguna que otra insuficiencia o laguna que no pudo subsanar por razones debidamente explicitadas en el libro. Producto de una reflexión sólida y honesta, bien urdido desde el punto de vista argumentativo, económico y preciso en los movimientos retóricos que realiza, el libro de Beividas conversa ante todo consigo mismo para mantenerse fiel a las balizas epistemológicas trazadas sucesivamente por Saussure, Hjelmslev, Greimas y Zilberberg, pero también dialoga con corrientes filosóficas a fin de justificar su toma de postura favorable al carácter central del lenguaje en la constitución del mundo humano. Se trata, en suma, de un libro sin subterfugios, una de sus grandes cualidades.

Lanzándose con determinación y coraje en lo que llama “aventura”, el autor hace de la tesis saussureana de la arbitrariedad del signo, asumida en su radicalidad, la base sobre la cual erigirá una reflexión de alto alcance teórico-epistemológico en defensa de la semiología de Saussure y de la semiótica de Greimas como una tercera vía para el conocimiento.

De entrada, Beividas se apoya en la formulación de los tres paradigmas del pensamiento occidental del filósofo Karl Otto Apel, de la Escuela de Frankfurt, a fin de reivindicar el estatuto de epistemología para el modo de conocer dedicado al estudio de lo que él, Beividas, denomina las “astucias de la enunciación”, esto es, para el modo de conocer propio de la investigación inmanente al lenguaje. A su modo de ver, como tercera vía, esta manera de conocer confluiría directamente con los estudios dedicados al develamiento: 1) de las “astucias de la naturaleza”, de sesgo ontologizante, donde el lenguaje se constituye como simple instrumento de acceso gradual a un mundo dado de antemano, o 2) de las “astucias de la razón”, de carácter trascendentalizante, donde el lenguaje figura como medio de conocimiento de las estructuras de la razón o del espíritu.

En efecto, para Beividas, una epistemología de base inmanente al lenguaje sería más que un simple y nuevo paradigma epistemológico llamado a integrar un triunvirato. Él considera que, si el lenguaje es el único y exclusivo medio de acceso tanto a mundos como a razones posibles, resulta forzoso concluir que este tercer paradigma epistemológico posee superioridad heurística sobre los otros dos en la exacta medida en que no se puede evidenciar la existencia de mundos o razones fuera de su manifestación lingüística. Tal reflexión llevará a Beividas a postular más adelante el concepto de semiocepción para hacer frente a la consagrada noción filosófico-psicológica de percepción, así como a las de interocepción, exterocepción, propiocepción, enacción y neurocepción, por mencionar algunas.

Si esto es así, entonces el estudio del lenguaje pasa, por ese motivo, a ser el modo más adecuado, si no el único, de develamiento de todas aquellas astucias: de la naturaleza, de la razón y de la propia enunciación. Clara y límpidamente, aquí está el postulado que sustenta toda la argumentación de Beividas en favor de una epistemología semiológica-discursiva, postulado del que coherentemente no se separa ni un milímetro y cuya historia procura recomponer tomando como punto de partida la noción saussureana de la arbitrariedad del signo.

En los seis primeros capítulos, que componen lo que puede considerarse una primera parte del libro, Beividas busca mostrar de qué modo la por él llamada epistemología semiológica y discursiva “s’annonce chez Saussure et voit ses premiers jalons fermement plantés dans la théorie du langage de Hjelmslev; elle s’établit vigoureusement avec la sémiotique de Greimas et se poursuit pertinemment avec la sémiotique tensive de Zilberberg” (p. 29) [“se anuncia con Saussure y ve sus primeros pasos firmemente plantados en la teoría del lenguaje de Hjelmslev; se establece vigorosamente con la semiótica de Greimas y continúa pertinentemente con la semiótica tensiva de Zilberberg”].

En La sémiologie de Saussure, une épistémologie annoncée, entran en escena las consabidas nociones saussureanas de negatividad, valores diferenciales, sistema, significante, significado, y otras, como elementos indispensables para la formulación de lo que irá a convertirse en la piedra angular de las postulaciones de Beividas, a saber, el principio saussureano de la arbitrariedad del signo. La defensa obstinada, segura y bien documentada de ese principio permite al lector extraer del libro la idea de la existencia de un primer orden “fenomenológico” que no es sino lingüístico, esto es, la idea de una existencia radicada en actos semiológicos inaugurales de mundos y de sujetos. Con base en algunos comentadores de Saussure y en pasajes extraídos tanto del Curso como de los Escritos de lingüística general, Beividas procura mostrar que tal existencia, fundada en la arbitrariedad del signo, va a constituirse, de hecho, como el objeto de estudio de una ciencia volcada para la vida de los signos en el seno de la vida de una sociedad, tal como lo anunciara Saussure. Merece seguir la cuidadosa argumentación de Beividas.

Para él, ni siquiera la propalada crítica de Émile Benveniste tendría el poder de hacer tambalear el principio de la arbitrariedad, una vez que éste tiene como centro la impertinencia de la relación del signo con su posible referente en el mundo “real”, descartado por Saussure desde el inicio de sus consideraciones sobre la noción de signo. La relación necesaria entre significante y significado de la que habla Benveniste no pasó desapercibida, es lo que prueba Beividas citando pasajes de los Escritos, a los ojos de Saussure. Por lo tanto, no habría discordancia efectiva entre los dos autores al respecto, y la arbitrariedad del signo, concluye Beividas, se mantendría incólume y podría constituirse en el principio fundacional de la vocación epistemológica de la semiología saussureana.

Hjelmslev es el centro de interés del capítulo siguiente. Si con Saussure la epistemología semiológico-discursiva se ve anunciada, Hjelmslev es el gran responsable de su demarcación. Beividas hace ver, en primer lugar, que el lingüista danés plantea la hipótesis de una lingüística lingüística, o lingüística inmanente, que debería desarrollarse desde dentro, sin el recurso a factores considerados extralingüísticos, trascendentales a lo exclusivamente lingüístico, o a factores de orden biológico, psicológico, sociológico y filosófico, por ejemplo. Con ese gesto, argumenta el autor, Hjelmslev “a effectivement procuré à ses successeurs non seulement l’espace d’une linguistique, qui se construit de l’interieur, mais aussi les fondements pour la création d’une théorie sémiotique immanente, qui s’écarte des concepts et de la description (des autres langages non verbaux), des méthodologies dérivées des théories herméneutiques, sociologiques, littéraires (du cinema, du théâtre, de la peinture...) ou des philosophies diverses” (p. 64) [“procuró efectivamente a sus sucesores no sólo el espacio de una lingüística que se construye desde el interior, sino también los fundamentos para la creación de una teoría semiótica inmanente, que se desvía de los conceptos y de la descripción (de otros lenguajes no verbales), de las metodologías derivadas de las teorías hermenéuticas, sociológicas, literarias (del cine, del teatro, de la pintura…) o de filosofías diversas”].

El siguiente paso de Hjelmslev en defensa de la inmanencia es de mayor alcance y puede encontrarse sobre todo en la conclusión de su Prolegómenos a una teoría del lenguaje, conclusión citada y vuelta a citar por todo aquel que tiene alguna confianza en ese principio metodológico. Beividas destaca el hecho de que la inmanencia, antes sólo una orientación metodológica para la lingüística, se convierta finalmente en la base epistemológica misma para todo emprendimiento teórico de Hjelmslev, una vez que “le langage, par ses catégories immanentes et péremptoires, est l’infrastrucutre-modèle pour toutes les sciences” (p. 70) [“el lenguaje, por sus categorías inmanentes y perentorias, es la infraestructura-modelo para todas las ciencias”].

A continuación, Beividas presenta a Greimas como el gran responsable de la efectiva enunciación de la epistemología semiológica-discursiva. Afirma que el concepto de existencia semiótica elaborado por el lingüista lituano lo sitúa en la línea sucesoria directa de Saussure y Hjelmslev, en la calidad de un fidedigno continuador del proyecto inmanentista, que analiza y asume los “postulats saussuriens en faveur de l’immanence, considérée non seulement comme une méthodologie de la linguistique, mais aussi comme une méthodologie à transmettre dans l’épistémologie générale des sciences” (p. 72-73) [“postulados saussureanos a favor de la inmanencia, considerada no solamente como una metodología de la lingüística, sino también como una metodología a ser transmitida en la epistemología general de las ciencias”].

El siguiente objeto de atención es Claude Zilberberg, semiotista a quien Beividas dedica su libro, refiriéndose a él, en un acto de feliz condensación, como aquel “dont l’existence et la pensée rendent l’intelligible plus sensible au sensible humain du monde” (p. 7) [“cuya existencia y pensamiento hacen que lo inteligible sea más sensible a lo sensible humano del mundo”]. Para Beividas, al elaborar la teoría tensiva, Zilberberg alcanza, por la conceptualización del afecto, construir una verdadera fenomenología del discurso, volviendo el afecto aprehensible a través de cifras que dan cuenta de las formas de lo sensible.

En el capítulo intitulado “Interlude sémio-philosophique” [“Interludio semio-filosófico”] se demuestra la ausencia de un efectivo diálogo de Saussure, Hjelmslev, Greimas o Zilberberg con la filosofía. Al respecto, Beividas señala que cada uno de esos cuatro teóricos asume una actitud particular: Saussure se mantiene en déficit en relación con ella; Hjelmslev la refuta; Greimas permanece a una distancia segura; y Zilberberg sólo cita a filósofos que le son convenientes. No hubo por parte de estos autores, a juicio de Beividas, un enfrentamiento directo y explícito con el ámbito de la filosofía para que el punto de vista inmanente al lenguaje tuviera condiciones de fundamentarse como epistemología capaz de disputar espacio con lo que él llama realismo (ingenuo) y subjetivismo (idealista). Beividas pone manos a la obra y da buenos pasos en esa dirección revisitando críticamente filósofos que se ocuparon del lenguaje pero que, en menor o mayor grado, le atribuyeron un papel secundario en la constitución del conocimiento humano. Este capítulo, en particular, abre oportunidades para fecundos diálogos con la filosofía y presenta líneas de un inspirado razonamiento que merecen continuidad.

El capítulo siguiente puede ser tomado como conclusión parcial del recorrido hasta entonces trazado por Beividas. Es el punto culminante de la reflexión que lo lleva a proponer la teoría semiológico-discursiva, elaborada a partir de Saussure, con las sucesivas contribuciones de Hjelmslev, Greimas y Zilberberg, como una legítima epistemología inmanente al lenguaje. En este capítulo el autor articula los argumentos por él presentados, de la noción saussureana de la arbitrariedad del signo a la noción de las formas tensivas mensuradoras del afecto, en una línea coherente de razonamiento a fin de sustentar la tesis de que la Semiótica puede ser, siguiendo la sugerencia del filósofo Apel de un tercer paradigma del pensamiento occidental, elevada incluso a la condición de auténtica prima philosophia. En esa línea de razonamiento, el lenguaje pasa a ocupar el centro de las preocupaciones filosóficas con el necesario sacrificio de cualquier realismo externo a ella o de cualquier idealismo intencional, pues, para Beividas, “l’évolution des savoirs humains relève moins d’une question de découvertes que d’une expansion de nouvelles stratégies discursives dans les sciences afin de communiquer entre les hommes et les scientifiques” (p. 170) [“la evolución de los saberes humanos responde menos a una cuestión de descubrimientos que a una expansión de nuevas estrategias discursivas en las ciencias a fin de lograr la comunicación entre hombres y científicos”].

Se presentan, a continuación, tres capítulos. En el primero, Beividas da a conocer, no sin arrojo, un nuevo término para cubrir el concepto basilar de su defensa en pro de una epistemología semiológico-discursiva. Se trata, a decir verdad, de un presupuesto de ese encuadre epistemológico o, como Beividas sostiene, de una consecuencia lógica de él, presente todo el tiempo pero todavía a la espera de una denominación más apropiada y un tratamiento más detenido. Nos referimos al neologismo semiocepción, término que cubre el mismo concepto de acto semiológico discutido en los capítulos anteriores. El concepto así designado, afirma Beividas, estará más habilitado para rivalizar con otros, como el concepto filosófico-psicológico de percepción, el concepto cognitivista de enacción o incluso el concepto neurobiológico de neurocepción, y otros semejantes, y significará, en oposición a estos, “une opération totalement inscrite sous l’égide du langage, lato sensu, pour englober la langue naturelle, le langage gestuel, les langages visuels, les langages somatiques (le semblant, les postures, les mouvements corporels) enfin, les pratiques humaines significantes” (p. 195) [“una operación totalmente inscrita bajo la égida del lenguaje, lato sensu, para englobar la lengua natural, el lenguaje gestual, los lenguajes visuales, los lenguajes somáticos (el semblante, las posturas, los movimientos corporales) y, en suma, la prácticas humanas significantes”].

Beividas va más allá y, motivado por el pensamiento zilberberguiano y a contracorriente del conocido viraje fenomenológico de alguna semiótica pos-greimasiana, da un paso definitivo hacia la total asunción de su punto de vista, afirmando que: “dans mon esprit, la meilleure stratégie pour les développements futurs de la sémiotique du vécu, de l’expérience, de la vie, comme práxis signifiante, est de considérer que la condition phénoménologique de la perception humaine ne peut être que sémiologique” (p. 200). E, entre nos provocando e tentando, declara: “une réflexion collective qui légitimerait la primauté de la sémioception sur la perception représenterait un défi passionnant” (p. 200) [“en mi opinión, la mejor estrategia para los desarrollos futuros de la semiótica de lo vivencial, de la experiencia, de la vida, como praxis significante, es considerar que la condición fenomenológica de la percepción humana no puede ser sino semiológica”]. E, intentando provocarnos, declara: [“une réflexion collective qui légitimerait la primauté de la sémioception sur la perception représenterait un défi passionnant” (p. 200)]. [“una reflexión colectiva que legitime la primacía de la semiocepción sobre la percepción representaría un desafío apasionante].

En el octavo capítulo, Beividas contrapone el concepto semiocepción al de percepción. En defensa del primero, entendido como acto de fundación del mundo humano por el lenguaje, polemiza sobre todo con la fenomenología de Ernst Cassirer, Maurice Merleau-Ponty y Jan Patočka, y explicita la naturaleza de sus reservas en relación con el llamado “tournant phénomenologique” [“giro fenomenológico”] de la semiótica de las tres últimas décadas. En el capítulo que cierra el libro, la contraposición efectuada involucra, por un lado, el concepto semiocepción, y, por otro, el de enacción, de Maturana y Varela, y el de neurocepción, de la neurobiología. Como se ve, es amplio el ámbito de reflexión explorado por Beividas. En su libro cohabitan dos movimientos complementarios: el cierre en la fuerte hipótesis de una epistemología inmanente inmanente al lenguaje, cuando Beividas demuestra la coherencia interna de sus postulaciones a partir de la semiología embrionaria de Saussure; y la abertura a otras vertientes de pensamiento epistemológico, tejidas, sobre todo, en el ámbito de la filosofía, pero no sólo ahí.

En fin, La sémiologie de Saussure et la sémiotique de Greimas comme épistémologie discursive: une troisième voie pour la connaissance es un libro en el que Beividas asume radicalmente el principio saussureano de la arbitrariedad del signo, propone una epistemología en la línea semiológica-discursiva basada en este principio y acuña el concepto semiocepción para asegurar el estatuto de inmanencia semiológica del mundo humano. Es un libro que paga con creces el tiempo de su lectura. Libro de un autor que no tergiversa —ya lo dijimos—, de pensamiento claro y objetivo, expresado con modestia y generosidad, precisión y sabor.

José Américo Bezerra Saraiva

Traducción de Lorena Ventura Ramos

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Audrey Moutat, Du sensible à l’intelligible. Pour une sémiotique de la perception [De lo sensible a lo inteligible. Para una semiótica de la percepción], Limoges, Lambert-Lucas, 2015, 260 pp.

“El sentido del gusto —decía Nietzsche—, en cuanto el verdadero sentido mediador, ha persuadido a menudo a los otros sentidos de sus opiniones sobre las cosas y les ha inculcado sus leyes y hábitos. En la mesa puede uno enterarse de los más sutiles secretos de las artes: obsérvese qué gusta, cuándo gusta, qué gusto tiene y por cuánto tiempo gusta”.1 Ciertamente, la búsqueda de un sentido “mediador” y modelizante con frecuencia se ha orientado más bien hacia el tacto —para Jean d’Udine, artista y teórico de principios del siglo XX—, “el tacto educó a todos nuestros sentidos y aún hoy está asociado a todas sus operaciones […]”2 o hacia el oído.

Herder afirmaba que “el tacto percibe todo en sí y en su órgano, la vista nos proyecta lejos de nosotros; el oído permanece en el medio, en el nivel en el que la comunicación es posible”.3 Este sesgo inicial da lugar a argumentaciones cuya coherencia torna indecible el asunto, a fin de cuentas. Sin embargo, en el marco de la reflexión semiótica sobre los sentidos y lo sensible, el estudio de ciertas modalidades sensoriales recurre a otras. Más allá de la cuestión del predominio absoluto de una de ellas, es un método que desde hace tiempo ha probado su valor heurístico no sólo para el estudio de los fenómenos de sinestesia, sino también para la comprensión del funcionamiento de cada sentido, de modo aislado y en su relación con los demás. Así, el complejo perceptivo revela particularidades distintas según que se adopte la perspectiva del oído,4 o como en el enfoque haptológico propuesto por Herman Parret, la del tacto.5

Aporte importante a esta exploración transversal, el libro de Audrey Moutat, en la línea de las reflexiones de Jean-François Bordron, trata de desentrañar la trama de la percepción, siguiendo el hilo conductor de un dominio sensorial durante mucho tiempo olvidado o menospreciado: aquel que se encuentra en el cruce entre el gusto y el olfato. Mostrando cómo, efectivamente, “en la mesa puede uno enterarse de los más sutiles secretos de las artes”, este texto presenta el doble interés de contribuir a la investigación sobre la percepción replanteando las cuestiones más urgentes hoy en día en torno al tema, y de llenar una gran laguna en lo que respecta a la exploración de las distintas modalidades sensoriales.

Marcado por la evanescencia, dividido entre lo extroyectivo (“seguir un olor”) y lo extroyectivo (“deglutir un alimento”), el complejo olfato-gustativo parecería de entrada resistirse al análisis. Así pues, era necesario identificar una zona de la cultura lo suficientemente estabilizada y sólida para constituirse en corpus de tal investigación. A posteriori, la respuesta parece evidente: en la cultura occidental, una de las actividades de degustación cuyo grado de codificación puede considerarse como comparable al de la actividad visual o auditiva, es sin duda alguna la referida al vino: El vino […] es el vehículo de una triple comunión. La comunión, primero, con la tierra materna de la cual proviene […]. Segundo, la comunión con nosotros mismos […]. En fin, el vino es el símbolo y el medio de la comunicación social […]”, decía Claudel.6

Interrogando justamente esta imbricación entre la percepción, la reflexión (e incluso la reflexividad) y la verbalización en la degustación del vino, Audrey Moutat se propone conceptualizar el funcionamiento del gusto y del olfato, en el horizonte de una teoría general de la percepción. Tal es igualmente la originalidad de esta investigación en comparación con los diversos trabajos de enología a los cuales recurre; ya que, en este caso, se trata no tanto de contribuir al conocimiento y a la evaluación del objeto en cuestión sino de explorar su co-nacimiento (perceptivo y discursivo) respecto al sujeto en el momento mismo de su encuentro, entre donación y aprehensión recíprocas.

En efecto, esta investigación se basa en un gesto epistemológico que, frente a la aporía del acceso del sujeto percibiente al mundo “natural”, implica de entrada una toma de partido —a fin de cuentas, ante estas cuestiones, ¿es posible acaso no “tomar partido”, ya sea de entrada o en un segundo momento, de modo implícito o explícito…? Retomando la teoría de la percepción de Bordron, el primer capítulo afirma el “doble sentido de la semiosis”: del sujeto al objeto —dirección comúnmente reconocida—, pero también del objeto al sujeto. Tal es el fundamento de una reflexión acompañada de análisis finos y rigurosos, si bien a veces un poco densos a causa de una cierta complejidad terminológica.

A diferencia de la “semiótica del cuerpo” (Fontanille) centrada en la actividad mediadora y homogeneizante de este último, la semiótica de lo sensible así concebida se propone tomar en cuenta “el punto de vista del objeto”, cuestionando “la noción de intencionalidad, erróneamente reconocida con frecuencia como un acto unilateral necesariamente orientado hacia el objeto” (p. 29).

Esta posición tiene implicaciones para la concepción no sólo de la percepción, sino también de la enunciación: si “los objetos del mundo natural condicionan, bajo la forma de ‘esbozos’ perceptivos, su propia perceptibilidad respecto al sujeto percibiente” (p. 103) —entendiéndose el concepto de esbozo, en el sentido de Husserl, como una cierta faceta del objeto a través de la cual éste se ofrece a la percepción—, es porque, “estructuras complejas organizadas en categorías distribuidas por esquemas, los objetos del mundo natural se construyen y se enuncian por sí mismos” (p. 99).

Si bien discutible, dicha toma de partido resulta en este caso particularmente fecunda. Ya que, esforzándose por remontar de las formulaciones discursivas relativas a los olores y sabores hacia las “impresiones sensoriales originales” asociadas a la estructura del objeto (en tanto “composición de esbozos”), la autora opera una suerte de “suspensión fenomenológica” cuidadosamente desarrollada que le permite realizar dos avances importantes en el ámbito de estudio específico de las manifestaciones olfato-gustativas. Primero, imaginando un repertorio de los olores y sabores basado “en similitudes perceptivas y no conceptuales” (p. 45), traza el camino hacia una tipología que, más fiel a lo sensible mismo, difiere de aquellas basadas ya sea en un tropismo hedónico subjetivo —sensación de placer o desagrado—, ya sea en la asociación entre el fenómeno y su causa —criterio que superpone las categorías y clasificaciones del universo referencial a las que estructuran la percepción, ocultándolas: las familias de objetos no necesariamente corresponden a las familias de olores o sabores… Segundo, reconociendo por un lado el carácter aproximativo del léxico de los olores y por otro el carácter excesivamente simplificador de la hipótesis “de los cuatro cuerpos sápidos” (dulce, salado, ácido, amargo), considera olor y gusto como configuraciones complejas que sería no sólo difícil sino a fin de cuentas inútil abordar a partir de un enfoque discretizante. La autora sugiere aprehenderlas en términos de saliencias, de juegos de intensidades o de predominancias, y desde una perspectiva que considere el parámetro temporal de su manifestación, el único capaz de dar cuenta de su morfología evolutiva. Si la naturaleza continua y efímera de estos fenómenos ha sido siempre reconocida, la necesidad de una teoría que, renunciando a construir una especie de matemática de los olores y sabores, se base ella misma en un enfoque holístico, es mucho menos evidente.

Orientándose en esa dirección, el libro recurre a las herramientas conceptuales en auge dentro de la semiótica contemporánea para dar cuenta de los más ínfimos matices de su objeto. En particular, contribuye a reformular y extender el ámbito de manifestación de la aspectualidad —que, originalmente asociada con las estructuras de superficie, hoy en día es reconocida como una posible pista para aprehender los fenómenos estésicos—, demostrando no sólo que la degustación se basa en su conjunto en un recorrido aspectual (ataque-evolución-final), sino también que cada momento de esta secuencia se descompone en innumerables micro-recorridos que rivalizan entre sí y se superponen: “la verdadera particularidad del aroma del vino es su inscripción en el marco de una esfera poli-aspectual en la que compiten los procesos de cada uno de sus constituyentes” (p. 65). En cuanto al gusto, “del mismo modo que los olores”, “funciona como un complejo poli-sensorial en el que ciertas propiedades aparecen mientras que otras declinan. Las tres fases así definidas (Ataque, Evolución, Final) están pues, relacionadas con el despliegue aspectual del gusto, cuya realización está sometida al desarrollo aspectual de cada uno de sus constituyentes, es decir de los procesos locales” (p. 70).

No dejaremos de señalar la convergencia entre estas observaciones y las que nosotros mismos hemos desarrollado a propósito de la música, la pintura y la poesía, en el marco de nuestra investigación sobre la “musicalidad” de las artes.7 En efecto, la estructura de los olores y los sabores así descrita es sorprendentemente similar a la de los diferentes sistemas estéticos que hemos analizado. Esta coincidencia plantea el problema, a nuestros ojos fundamental, del rol de las configuraciones aspectuales complejas en el paso de lo estésico a lo estético. ¿Quiere ello decir que el vino sería al gusto y al olfato lo que la pintura a la vista y la música al oído? Quizás. Pero quiere decir sobre todo que las estructuras que organizan lo sensible no sólo son transversales a las distintas modalidades sensoriales, sino que probablemente también se especializan de manera semejante según los diversos ámbitos de la actividad perceptiva —entre “el orden de las cosas prácticas” y “el orden de las cosas estéticas”,8 en términos de Valéry. Seguramente no es por casualidad que la “forma icónica” en su máxima expresión corresponde a la “armonía de los aromas”, basada en el “principio del acorde” (p. 125).

Al respecto, en un libro cuyo objeto es la degustación del vino, la ausencia de la dimensión estética y de sus fundamentos sensibles no deja de sorprender al lector. Si en un principio el criterio hedónico tenía que ser excluido en tanto substrato de una clasificación objetiva de las percepciones olfato-gustativas, nada impedía volver sobre él en un segundo momento, en tanto componente innegable de una experiencia multifacética. Como en la escucha musical, en la degustación enológica “la posesión engendra el deseo”, 9 a veces hasta la ebriedad… El placer del gusto, sus potencialidades semióticas, su relación con el placer de los otros sentidos, su importancia en la relación intersubjetiva y en el desarrollo de una cultura enológica: cuestiones que permanecen abiertas, y para las cuales tal vez obtengamos respuestas en trabajos futuros que hagan finalmente converger, como proponía Nietzsche, los dos sememas del “gusto” —percepción de un sabor y apreciación codificada de un valor. De cualquier modo, en cuanto al parámetro del placer olfato-gustativo y a su transversalidad dentro de las distintas modalidades sensoriales, desde ya podemos concluir que un “órgano de boca” semejante al de Des Esseintes, héroe de la novela Al revés,10 no podría ser funcional, como pretendía Huysmans, a partir de equivalencias lineales entre sonidos y sabores (curaçao-clarinete, kümel-oboe, licor de menta-flauta…), sino sólo sobre la base de un recorrido global en el que el complejo aspectual, evolutivo, desempeñaría un papel fundamental: sólo el “ambiente sonoro” creado por la flauta podría ser reconstituido por el licor de menta, bajo la condición de que ésta produzca un “ambiente gustativo” semejante. Algunos trabajos posteriores de Audrey Moutat se orientan justamente en este sentido.11

Por último, en la aprehensión, estética o intelectual, de los objetos percibidos, no se debe olvidar el parámetro cultural. La autora no deja de considerarlo tal como se manifiesta en el discurso, y ello del principio al fin de su investigación. En efecto, si el discurso es el punto de partida para remontar hacia la “realidad fenomenal”, es también el punto de llegada de la reflexión, luego de haber alcanzado la epoché fenomenológica. La tercera parte del libro está dedicada al análisis de varios textos provenientes de la enología, y a la identificación de los puentes y las zonas de resistencia que se presentan en el paso del sentir y el percibir al decir, y de este último a la experiencia sensible que será renovada por el destinatario.

Esta reflexión, que aporta elementos importantes para la comprensión de la relación entre percepción y lenguaje (verbal), podría sin embargo enriquecerse tomando en cuenta un concepto particularmente iluminador: el de semi-simbolismo. Este fenómeno nos parece explicar, entre otros, el hecho de que en el comentario de degustación las propiedades organolépticas “son descritas gracias a un estilo acumulativo, en el que los descriptores son pospuestos los unos a los otros, en frases con frecuencia sin verbo”, de modo que “la densidad informacional […] reconfigura el tempo rápido de emanación” (p. 79) de tales propiedades. Así, el semi-simbolismo permitiría explicar, por lo menos en parte, el vínculo entre el plan de la expresión verbal y el de los fenómenos olfato-gustativos. He ahí otra posible pista para la exploración de la dimensión estésico-estética tanto de los perceptos como de los discursos.

En suma, de lo sensible a lo inteligible, el libro de Audrey Moutat nos permite efectivamente entrever los “secretos de las artes” que el sentido del gusto, entre sabor y apreciación, ha de revelarnos.

Verónica Estay Stange

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Victor Ivanovici, En torno a la narrativa de Álvaro Mutis, Puebla, BUAP, 2017, 131 pp.

Reconocido hispanista de origen rumano, gran amante y conocedor de las lenguas romances, con una larga trayectoria en el estudio de la literatura española, latinoamericana y griega, Victor Ivanovici nos ofrece su particular lectura de la obra del poeta y narrador colombiano Álvaro Mutis. El autor se propone mostrar la singularidad que diferencia a este escritor del resto de la constelación de narradores del boom latinoamericano que cultivaron el realismo mágico. La nota distintiva la halla en su “actitud hacia el misterio”. El misterio se hace presente bajo el aspecto de un “aura mágica” que rodea las cosas “bien asentadas en el suelo“; su principal rasgo es la sutileza con que se insinúa, pues está puesto en “sordina poética”.

Dos ensayos integran el volumen: “Por una poética de Maqroll el Gaviero” y “Simón Bolívar sin ‘teología’”. En el primer ensayo, el autor pone en evidencia el carácter sistémico de la obra de Mutis. Se concentra en el ciclo de novelas en torno al “héroe” Maqroll el Gaviero, cuya figura se somete a un proceso de ficcionalización en tres etapas. Nace como “persona lírica” en el poema “Oración de Maqroll”. Posteriormente, se convierte en un heterónimo, cuando se le adjudica una obra poética, Summa de Maqroll el Gaviero. De heterónimo pasará a constituirse en un personaje que debuta como protagonista de la novela La nieve del almirante. Curioso recorrido, desde el punto de vista del autor, porque podría pensarse que Mutis ha transitado de un género moderno a un género clásico (de la lírica a la novela), que termina por desterrar el género que le dio origen, la lírica. Para Ivanovici, este tránsito tiene algo de “retro”, lo que le permite juzgar la narrativa de Mutis como posmoderna.

El carácter sistémico de la escritura de Mutis está dado por las relaciones intertextuales que la tejen. El poema “Oración de Maqroll” funciona como hipotexto y las novelas como hipertextos. En esta relación se da toda una serie de juegos enunciativos que el autor describe con gran detalle. Puede decirse que el núcleo de este vasto tejido está compuesto por las novelas La nieve del almirante, Ilona llega con la lluvia y Un bel morir, porque con ellas se delinea el perfil caracterológico del personaje y porque en ellas se relatan tres momentos clave en la deriva del personaje. Alrededor de este núcleo girarán las otras cuatro novelas y distintos poemas pertenecientes a Summa, cuya función es afianzar el vínculo intertextual y proporcionar importantes claves interpretativas que el autor describe con precisión.

Aunque la obra de Mutis podría denominarse realista, en tanto proporciona una imagen del mundo pero sin llegar a concederle a la ficción una “legitimidad sociohistórica”, se encuentran “numerosos resquicios por donde el misterio se cuela bajo forma de señas, señales y síntomas”. El lector puede encontrar “lo surreal dentro de lo real”. No obstante, se trata de un surrealismo discreto, sobrio, que se manifiesta de manera discontinua. Esta sordina poética opuesta al misterio produce efectos que el autor ordena y clasifica bajo tres puntos de vista: como un conjunto de procedimientos, como un repertorio de temas y como un género.

Con respecto a los procedimientos, el autor sostiene que la interacción entre las vertientes mágica y realista da como resultado una imagen artística de tipo connotativo. Esto lo observa a través, principalmente, de una “resemantización poética de contenidos narrativos”. En cuanto a los temas y al género, el autor asocia el misterio, o lo que él denomina “modulaciones del misterio”, con lo fantástico. Tomando como referente el clásico estudio de Todorov sobre la literatura fantástica, encuentra el pandeterminismo como un elemento vinculado al misterio. El héroe, Maqroll, sabe bien que su sino está regido por un “hado adverso”. Y la única manera que tiene de desafiar su infortunio y de vislumbrar su destino alternativo es mediante un bel morir, expresión tomada de un poema de Petrarca y que da nombre a una de las novelas de Mutis. El otro elemento fantástico que el autor encuentra está relacionado con la demonización de la mujer, que se expresa en personajes como Antonia y Larissa.

Para Ivanovici, el cruce entre la realidad y el misterio (lo mágico y lo fantástico) se cristalizan en la figura de Maqroll, definida no desde su hacer sino desde su ser, o dicho con más exactitud, desde su padecer. El misterio, para el autor, está ligado también con el mito, género donde convergen la lírica y la narración. Por ello apela a la mitocrítica —que viene a sumarse al cuerpo metodológico de la teoría literaria, particularmente a los estudios de Genette y Todorov, a la luz de los cuales analiza los textos. Así, el autor encuentra que en la profundidad del personaje Maqroll laten Orfeo, Caronte y Ulises, todos ellos asociados con la muerte. Con lo cual pone al descubierto la dimensión existencial del personaje.

En el segundo ensayo, “Simón Bolívar sin teología”, mucho más breve que el primero, también pone en evidencia la relación intertextual entre el relato El último rostro de Mutis y la novela El general en su laberinto de Gabriel García Márquez, autor que Ivanovici ha estudiado también a profundidad en su tesis doctoral. En ambas narraciones, la de Mutis y la de Márquez, se observa una clara intención desmitificadora, que podría afirmarse que en ellas se erige una poética de la derrota, al mostrar al hombre de carne y hueso, al que los hados no le han concedido un bel morir. No obstante, la derrota le proporcionará irónicamente un equívoco brillo.

Si bien la lectura de Ivanovici es sumamente sugerente y rica en sus fuentes, el lector desearía que hubiera mayor desarrollo en un concepto tan relevante como el de “misterio”, pues el autor pasa muy rápidamente sobre esta noción, lo cual causa extrañeza porque algo que caracterizan sus ensayos es la meticulosidad analítica. Sin embargo, no por ello su libro deja de ser una valiosa contribución para la comprensión de un personaje tan entrañable como Maqroll el Gaviero y de su creador, Álvaro Mutis, figura literaria no menos importante para las letras latinoamericanas, que fuera, en 2001, merecedor del Premio Cervantes.

Blanca Alberta Rodríguez

Actividades académicas

  • El 17 de marzo de 2018 se realizó el ciclo de conferencias “Textos ilustrados, imágenes enviadas por mensaje de texto. Sobre la relación entre fotografía y texto alrededor de 1900”, en la Universidad de Ginebra, Suiza, como parte del día Internacional de Estudio de la Sociedad Suiza de Teoría Cultural y Semiótica.

  • El 5 y 6 de abril se realizó el Octavo Coloquio Internacional “El creador y su crítica: la cultura religiosa 2”, organizado por el Instituto Cervantes de Lyon, Francia.

  • En la Facultad de Comunicación de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla se efectuó, a través de la Academia de Lenguaje, el Segundo Coloquio de Narrativas, del 11 al 13 de abril del 2018.

  • El 8 y 9 de junio de 2018 se llevó a cabo el simposio “Lenguajes antiguos y artificiales en la cultura de hoy”, organizado por la Universidad de Turín y fundado por la Universidad Ludwig-Maximilians de Münich.

  • La Universidad Nacional de Estudios Políticos y Administración Pública de Rumania efectuó, del 14 al 16 de junio de 2018, la segunda edición de la Conferencia Internacional “Semiosis en la Comunicación: Diferencias y Similitudes”, en participación con el Centro para Estudios Semióticos del Sureste Europeo.

  • Los días 29 y 30 de junio, y 1 y 2 de julio, se llevó a cabo en el campus Suiyuan de la Universidad Normal de Nanjing, China, el primer Taller en Semiótica Avanzada bajo el tema “Integración Teórico-Práctica en la Semiótica del Siempre-Cambiante Mundo”, en colaboración con la Asociación Internacional para Estudios de Semiótica (IASS) y la Asociación Internacional de Semiótica (AIS).

  • Del 3 al 6 de septiembre de 2018 se realizó, en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, la XIII edición de las Jornadas de Antropología, Literatura y Semiótica, en coordinación con la Facultad de Psicología de la UNAM, organizado por el Cuerpo Académico de Análisis del Discurso y Semiótica de la Cultura.

  • La Asociación Internacional para Semiótica del Espacio realizó, en el mes de septiembre de 2018, el ciclo de conferencias, bajo el tema “Heterotopía y las semióticas del paisaje cultural”, en Moscú, Rusia.

References

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Notes

[1] Friedrich Nietzsche, Humano, demasiado humano: un libro para espíritus libres (fragmentos póstumos) (1878), traducción de Alfredo Brotons, Madrid, Akal, 2007, volumen II, §102, p. 153.

[2] L’art et le geste, París, Alcan, 1910, p. 120 [Traducción libre].

[3] J. G. Herder, Traité sur l’origine de la langue, introduction, traduction et notes de Pierre Pénisson, Palimpseste, Aubier / Flammarion, 1977, p. 103.

[4] Marion Colas-Blaise y Verónica Estay Stange (eds.), Synesthésies sonores. Du son au(x) sens, París, Classiques Garnier [en prensa].

[5] La main et la matière. Jalons d’une haptologie de l’œuvre d’art, París, Hermann, 2018. La hipótesis táctil como punto de partida para repensar la arquitectura de los sentidos ha sido también desarrollada por Raúl Dorra en La casa y el caracol, Córdoba, Alción, 2006, capítulo 3, “Cuerpo percibiente”.

[6] Discurso pronunciado en la inauguración de la Feria Internacional de Bruselas, 2 de mayo de 1935, en Proses et poésies diverses, Gallimard, París, 1987.

[7] Verónica Estay Stange, « La musicalité dans les arts : une configuration transversale du sensible ». En Denis Bertrand et Jean-Claude Coquet (dir.), « Sémiotique. Comment dire le sensible ? », Littérature, No 163, París, Armand Colin, septiembre de 2011.

[8] Paul Valéry, « L’infini esthétique », Pièces sur l’art, Œuvres II, París, Gallimard, La Pléiade, 1993, pp. 1342-1343.

[9] Ibid., p. 1343.

[10] Joris-Karl Huysmans, À rebours, 1884.

[11] « Les commentaires sonores des vins ou la dégustation par l’écoute ». En M. Colas-Blaise y V. Estay Stange, Synesthésies sonores. Du son au(x) sens, op. cit.

[*] Sección a cargo de María Luisa Solís Zepeda.


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