Como bien sabemos, la reflexión en torno al sujeto en las ciencias del lenguaje proviene de la filosofía y de la lógica, e incluso de la gramática, habida cuenta de que en un cierto punto de su desarrollo ambas disciplinas se reunieron en esta última. En lo que respecta a la semiótica la cuestión del sujeto ha quedado en el estado de una resolución conflictiva; el sujeto es uno de los términos de una relación actancial, dando por entendido que la función semiótica primordial y que desencadena la significación es el acto, la acción siempre co-relacionante, la cual genera los funtivos siguientes: el sujeto como principio activo, y el objeto —en el que recae la acción— como principio pasivo, aunque no inerte.
Por otro lado, esa sintaxis elemental se va complejizando y adquiriendo densidad según los distintos niveles generativos del discurso; sobre esa forma abstracta se vierte una carga semántica humana o un rol humano, si queremos llamarlo así, ya que en los discursos concretos la relación actancial se antropomorfiza. Entonces, el sujeto realiza “quehaceres”, para los cuales debe poseer o adquirir una competencia modal, y el objeto es un valor y un deseo para el sujeto, quien, además, interactúa —no sólo con el objeto que le hace resistencia o que lo atrae— con otro oponente de su misma condición: el anti-sujeto, el cual incluye diversas funciones; de manera que el sujeto es considerado también en las interacciones intersubjetivas.
De tal suerte que para la semiótica de origen lingüístico y estructural, la noción de sujeto es piedra angular de la teoría. Sin embargo, este concepto ha recibido escasa atención en cuanto a un problema en sí mismo y, menos aún, en su ineludible relación con la subjetividad, a pesar de que la cuestión del sujeto está presente en todas las instancias de la teoría y en todas las líneas teóricas internas; en algunas de manera implícita, en otras de manera tangencial. De cualquier modo, a partir de las consideraciones lógicas, filosóficas y lingüísticas que convergen en la reflexión del sujeto, ha quedado asentado que es la relación —no sólo el sujeto en cuanto principio activo— la fuente que constituye a los términos. Por lo tanto, el sujeto es tan protagonista como el objeto. Este privilegio que se ha dado a la función actancial ha dado lugar a la idea de que la semiótica no se ocupa del sujeto o que posee una etapa objetal y otra subjetal. En esta última el sujeto es uno —especial y central— de los distintos actantes en que se ha diversificado el principio activo, ya que el actante es centro de la relación, la cual, en esta perspectiva, se entiende como relación de junción. Y la junción se establece aquí según las modalidades, las cuales adquieren preponderancia en esta teoría.
En el vasto abanico de perspectivas semióticas a propósito del sujeto faltan muchas por tener en cuenta. No obstante, podrían ser mencionadas las que visualizan distintas instancias susceptibles de ocupar el lugar del objeto que ha sido previsto en la sintaxis elemental, y, entonces, el sujeto sería definido, por ejemplo, en la relación fenoménica con el mundo sensible, que puede ser exterior o interior al propio sujeto; o el sujeto en relación con los acontecimientos, con el tiempo, con el espacio; o, incluso, el sujeto con relación al establecimiento mismo de sus relaciones con lo otro o con el otro, sus estrategias, sus condiciones de posibilidad. Consecuentemente, inserta en esta proliferación de sujetos, se ha hablado de las formas de un sujeto semiótico que “concibe su vida como proyecto, realización y destino”.
El ánimo de la presente publicación de Tópicos ha sido retomar, en toda la complejidad hasta aquí expresada, la problemática del sujeto pero sin desvincularla de la subjetividad —con la que de hecho está asociada— y encararla como un nudo conceptual en sí mismo.
Hemos reunido las diversas contribuciones recibidas en dos volúmenes, en ambos casos atendiendo al mismo criterio de orden. Primeramente, ofrecemos los textos en los que se hace un planteamiento general relativo al sujeto, la subjetividad y sus orígenes epistemológicos. En segundo lugar, los artículos que se restringen a la noción de sujeto de la semiótica de corte estructural y al análisis de casos concretos. En tercer sitio, los trabajos que vinculan la noción de sujeto y subjetividad con otros campos o disciplinas, entre ellas la retórica, la poética y la filosofía. Más adelante, los autores muestran una relación entre los conceptos eje de la investigación y la noción de intersubjetividad. Finalmente, compartimos los trabajos que nos ofrecen la posibilidad de considerar el sujeto y la subjetividad a la luz de las nuevas prácticas semióticas.
En esta primera entrega Raúl Dorra se “Pregunta por el sujeto”, cuestionamiento de larga data que no se agota y que nos permite comenzar la discusión. De las diversas preguntas preliminares por el sujeto se destaca la siguiente: ¿Podemos concebir al sujeto fuera o más allá del lenguaje? Porque, dice Dorra, ése es precisamente el punto de arranque: otorgar al sujeto un sitio central en la formación del sentido y como responsable del acto de lenguaje. A su vez, ese centro es experiencia humana y afectividad, es decir, subjetividad, la cual moviliza al sujeto mismo. Se trata, por lo tanto, de una presuposición mutua entre uno y otro término, entre sujeto y subjetividad. Dorra continúa la indagación dirigiendo su interés hacia dos acepciones del sujeto, la ligada a la lógica-gramatical (sujeto como objeto de predicación o de juicio) y la proveniente de la filosofía (sujeto de conocimiento). Es en el segundo caso en el que se perfila el sujeto humano, provisto de subjetividad. En cada apartado el autor se va haciendo nuevas y sugestivas preguntas, abriendo cada vez un tema, por ejemplo, el del objeto subjetivizado, la “contracara” del sujeto.
Siguiendo el hilo conductor propuesto, el segundo texto de este volumen es el de Blanca Alberta Rodríguez Vázquez. En “Fernando Pessoa: la máscara y el nombre” la autora recorre analíticamente fragmentos de la obra del escritor mencionado para ir perfilando la constitución discursiva del sujeto. En la heteronimia “se encuentra cifrada la tensión entre yo y otro, entre sujeto y no-sujeto”, afirma. Así, el pseudónimo dentro de la obra de Pessoa adquiere el valor de disfraz, mientras que el heterónimo es una máscara, portavoz de la identidad del personaje, “figuración de la instancia de enunciación”. La construcción —o fabulación— del sujeto se da, según Rodríguez Vázquez, mediante dos procedimientos: la personificación (que opera en el nivel del enunciado) y la despersonalización (que se da en el nivel de la enunciación), finalmente formas de la esquicia creadora.
En el tercer artículo, “Sistema moral del Ars rethorica en el punto de vista del sujeto indignado”, Rafael Arturo Chico Quintana parte de las sociedades contemporáneas y sus estrategias de sometimiento de diversos actores sociales que, al estar desprovistos de capacidad transformadora son, desde esta perspectiva, sujetos incompetentes. Pero, dentro de esa generalidad, despunta otra clase de actores operadores de prácticas semióticas encaminadas hacia la defensa de la dignidad y hacia la transformación de ciertas formas de vida por medio de la enunciación. Tal es el caso de lo que se llama el sujeto indignado. Este sujeto busca regular las relaciones de poder mediante una moral y una práctica semiótica, el Ars rethorica (ya sea en el uso público de la palabra o en el uso de una sintagmática de lenguajes no verbales). La sintagmática de la indignación (compasión y rencor) es concebida, entonces, como una pasión movilizadora que constituye a un sujeto competente poseedor de un hacer saber.
Para Víctor Alejandro Ruiz Ramírez, en “La subjetividad onírica en el relato literario”, el sujeto, mediante su sensibilidad, constituye un objeto onírico, el cual, por una lógica relacional, funda, a su vez, al sujeto onírico. El territorio de este singular sujeto es el sueño, proceso de la imaginación en el que la sensibilidad se hace presente, pues el sueño, ante todo, se siente. En el sueño, sujeto y objeto son equivalentes; ambos valen por su relación más que por su posición: el soñador deviene su objeto y el objeto no es más que una imagen del sujeto. Esta deformación coherente que caracteriza al sujeto y el objeto onírico, la encontramos de manera similar en prácticas estéticas como la literatura y la pintura, que no surgen del sueño sino de la ensoñación.
Más adelante, Paula Martins de Souza comienza por definir, en “Cuestiones de (inter)subjetividad en semiótica”, el estatuto que el sujeto posee en dos dimensiones, la del enunciado y la de la enunciación. Después de esta certera diferenciación, la autora ubica su interés en la subjetividad y la intersubjetividad del lado del sujeto de la enunciación (sujeto lato sensu). Martins de Souza va de la subjetividad —entendida como personalidad y afectividad— hacia la intersubjetividad, noción de difícil acceso para la semiótica pero que es definida aquí desde una perspectiva originada en el psicoanálisis, no sólo como la acción de un sujeto sobre otro, sino como una especie de regulación de “una intrincada relación de objetos internos” o internalizados y la alteridad; se trata de una intersubjetividad intrapsíquica.
Cierra este primer volumen sobre el sujeto y la subjetividad, la aportación de José Carlos Cabrejo, bajo el título “La otredad y los engaños del lenguaje audiovisual según Escondido de Michael Haneke”. El autor sitúa su interés en el relato del filme nombrado y cómo en él el protagonista, a través de experiencias visuales singulares (ocularización, observación, focalización, etc.), va mostrando o construyendo(se) una subjetividad y una concepción de la otredad. En este punto, el autor señala otro problema, el de la otredad cultural e, incluso, racial, tema propio de nuestra contemporaneidad. El lenguaje audiovisual incita al protagonista de Escondido, y a los enunciatarios del filme, a pensar en el otro.
Los puntos de vista reunidos en este primer volumen constituyen una gama de posibilidades sugerentes para el estudio del sujeto, la subjetividad y la intersubjetividad. Aunque en este volumen los trabajos están anclados a la semiótica de corte estructural —desde la semiótica estándar hasta la semiótica tensiva y del cuerpo—todos poseen un carácter interdisciplinario que se nutre de las reflexiones léxicas, lingüísticas o gramaticales, y rozan los ámbitos propios de la filosofía, la retórica y la literatura. En la segunda entrega de Del sujeto y la subjetividad tendremos la oportunidad de atisbar otros matices y vertientes de este fecundo tema.